EFECTOS
DE LA ADORACIÓN
Acerca a la fuente del amor
Dicen los expertos que, cuando una persona
carece de amor o es rechazada por los demás, su corazón queda herido en la
medida en que le falta el amor o es despreciada.
Es una demostración palpable
de que el amor es inseparable de la naturaleza humana, una necesidad esencial
del ser humano.
Los cristianos sabemos que esto es lógico, ya que Dios nos ha
creado para vivir eternamente en comunión de amor con él.
Por eso, nuestra búsqueda
actual de amor es un clamor por lo que no se tiene pero se necesita con
urgencia. La explicación final es que “Dios
es amor” (1 Jn 4,8) y ha creado al
hombre a su imagen y semejanza (Gn 1,27).
Alguien puede
preguntarse si Dios nos ha creado para alcanzar ese amor sólo en el futuro,
puesto que tantas carencias y frustraciones vemos en el tiempo presente. La
palabra revelada nos da la respuesta:
A la acción
creadora de Dios por amor respondió el hombre con el rechazo, que Dios sólo
tuvo en consideración para rescatar al hombre del abismo en que había caído por
su rebeldía.
El amor de Dios ni se ha retirado del hombre ni ha disminuido en
intensidad, sino que ha actuado siempre en la historia y de manera muy especial
en un momento concreto del pasado porque “tanto
amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no
perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino
para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16-17).
Esto no es pura
teoría, sino verdad demostrada por el Padre, pues “en esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios envió al
mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el
amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos
envió a su Hijo como propiciación por
nuestros pecados” (1 Jn 4,9-10); demostrada también por el Hijo “que dio su vida por nosotros” (1 Jn
3,16); y por el Espíritu Santo, por quien el amor de Dios “ha sido derramado en nuestros corazones” (Rm 5,5).
Y nos ha hecho
hijos de Dios, pues “la prueba de que
sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo
que clama: ¡Abbá, Padre!” (Ga 4,4)
Nuestra naturaleza
pecadora no nos permite saborear en plenitud estas realidades, pero ¡ahí están!
Es real el amor infinito, presente y eterno de Dios al hombre, pero nuestra
capacidad para poseerlo es muy limitada, porque “es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad;
y que este ser mortal se revista de inmortalidad” (1 Co 15,53), algo que
tendrá lugar “al toque de la trompeta
final, pues sonará la trompeta, los muertos resucitarán incorruptibles y
nosotros seremos transformados” (1 Co 15,52). Entonces llegaremos “al conocimiento pleno del Hijo de Dios, al
estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo” (Ef
4,13).
Dios se ha
preocupado de que entretanto podamos acercarnos a su amor por otros caminos,
uno de los cuales es la adoración.
El hombre que se acerca a adorar a Dios en
debidas condiciones se sale en cierto modo del área de influencia del mundo,
del pecado y de su propia naturaleza pecadora, que derrama también para su
transformación al pie del Trono del Amor, mientras todo su ser y en particular
su corazón, que es el centro íntimo de su vida, se abre a la corriente
impetuosa del amor divino que se derrama infinito en todas las direcciones y
alcanza a todo el que se pone a su alcance para llenarlo, quemarlo y
transformarlo en el “Hombre Nuevo creado
según Dios, en la justicia y santidad de la verdad (Ef 4,24).
Palabra profética – Testimonios
Durante la adoración, un grupo de
adoradores cree sentir una llamada insistente a abrir en este día su corazón al
amor de Dios.
Visión de ángeles delante del Trono de Dios que cantan, proclaman
y adoran el Amor de Dios.
Después de cada intervención repetían el versículo
del salmo 136, que dice: “Porque es eterno su amor”. Palabra al corazón: Vivid
en mi Amor. Llevad a los hombres mi Amor. Decidles que los amo. No os quedéis
parados, no lo calléis.
Palabra: Mis hijos, mis amados, mi
corazón arde de amor por cada uno de vosotros.
¡Si llegarais a descubrir el
amor que os tengo! ¡Si llegarais a descubrir cómo os amo a cada uno! ¿Por qué
ponéis tantas trabas a mi amor? Dejadme llenar vuestro corazón.
Dejadme amaros.
Los cristianos sabemos que esto es lógico, ya que Dios nos ha creado para vivir eternamente en comunión de amor con él.
ResponderBorrarPor eso, nuestra búsqueda actual de amor es un clamor por lo que no se tiene pero se necesita con urgencia. La explicación final es que “Dios es amor” (1 Jn 4,8) y ha creado al hombre a su imagen y semejanza (Gn 1,27).