EFECTOS DE LA ADORACIÓN
Conocimiento de sí
mismo
Conocerse a sí mismo es para el hombre una
necesidad de gran importancia y al mismo tiempo de gran dificultad. Y esto por
dos razones: por el esfuerzo a realizar para alcanzar el objetivo y porque, aunque un hombre intente conocerse,
suele quedarle siempre la duda de si realmente será como él se ve o no.
Pues bien, esta situación adquiere importancia especial cuando se trata de conocerse en el terreno del espíritu, donde las dificultades y las dudas se agigantan, debido a que pisamos un terreno en el que la mente, que es nuestra herramienta natural para el conocimiento, resulta casi inservible por su escasa capacidad.
La palabra revelada nos avisa de la importancia del conocimiento cuando dice: “Aceptad mi instrucción antes que plata, y el conocimiento antes que oro puro” (Pr 8,10)
Pues bien, esta situación adquiere importancia especial cuando se trata de conocerse en el terreno del espíritu, donde las dificultades y las dudas se agigantan, debido a que pisamos un terreno en el que la mente, que es nuestra herramienta natural para el conocimiento, resulta casi inservible por su escasa capacidad.
La palabra revelada nos avisa de la importancia del conocimiento cuando dice: “Aceptad mi instrucción antes que plata, y el conocimiento antes que oro puro” (Pr 8,10)
Dios nos ha dado capacidad para conocer y
para conocernos, una capacidad mucho mayor de lo que pensamos; y además viene
en nuestra ayuda para adentrarnos en el terreno del conocimiento espiritual, en
el que sólo podemos profundizar de la mano de su palabra y su Espíritu.
Nuestro acercamiento a Dios, en quien está nuestro destino final cuando libremente queremos aceptarlo y buscarlo, es resultado del esfuerzo del hombre y de la gracia de Dios.
Nuestro esfuerzo es al mismo tiempo resultado del trabajo de dos potencias principales en el hombre: la inteligencia –por la cual adquirimos el conocimiento- y la voluntad, que libremente decide profundizar en el conocimiento de Dios y caminar hacia él: “El necio considera recto su camino, el sabio escucha los consejos. (Pr 10.15)
Nuestro acercamiento a Dios, en quien está nuestro destino final cuando libremente queremos aceptarlo y buscarlo, es resultado del esfuerzo del hombre y de la gracia de Dios.
Nuestro esfuerzo es al mismo tiempo resultado del trabajo de dos potencias principales en el hombre: la inteligencia –por la cual adquirimos el conocimiento- y la voluntad, que libremente decide profundizar en el conocimiento de Dios y caminar hacia él: “El necio considera recto su camino, el sabio escucha los consejos. (Pr 10.15)
El
objetivo inmediato del conocimiento es la verdad natural, pero también la
sobrenatural, pues Dios, nuestro Salvador,
“quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la
verdad. (1 Tm 2,3-4).
Para la palabra revelada, los necios y los pecadores están lejos del conocimiento, pues de los pecadores dice que “siempre están aprendiendo y no son capaces de llegar al pleno conocimiento de la verdad” (2 Tm 3,7); pero de los justos y sabios tiene otra opinión: “Dichoso el hombre que me escucha velando a mis puertas día tras día, guardando los dinteles de mi entrada” (Pr 8,35).
Para la palabra revelada, los necios y los pecadores están lejos del conocimiento, pues de los pecadores dice que “siempre están aprendiendo y no son capaces de llegar al pleno conocimiento de la verdad” (2 Tm 3,7); pero de los justos y sabios tiene otra opinión: “Dichoso el hombre que me escucha velando a mis puertas día tras día, guardando los dinteles de mi entrada” (Pr 8,35).
El hombre ha sido creado para la verdad,
pero al mismo tiempo su naturaleza pecadora le empuja en dirección contraria.
Por eso necesita conocer bien su situación para mantenerla, si es correcta, o para enderezarla si es torcida.
Ahora bien, este conocimiento será verdadero cuando se ajuste al conocimiento de Dios. De aquí que diga la palabra revelada: ”El temor del Señor es el principio del conocimiento” (Pr 1,7). La verdad absoluta está en Dios y en él está la verdad sobre cada hombre.
Conocer la mente de Dios y su verdad es el camino para conocernos a nosotros mismos.
Y ¿cómo la vamos a conocer si no es en su palabra o mediante el trato personal con él, como sucede en la adoración? Cuando adoramos “en espíritu y en verdad” también él nos da conocimiento de nuestra propia realidad y de la áreas en que debemos colaborar con su Espíritu para que “crezcamos en todo hasta Aquel que es la Cabeza, Cristo” (Ef 4,15).
Ahora bien, este conocimiento será verdadero cuando se ajuste al conocimiento de Dios. De aquí que diga la palabra revelada: ”El temor del Señor es el principio del conocimiento” (Pr 1,7). La verdad absoluta está en Dios y en él está la verdad sobre cada hombre.
Conocer la mente de Dios y su verdad es el camino para conocernos a nosotros mismos.
Y ¿cómo la vamos a conocer si no es en su palabra o mediante el trato personal con él, como sucede en la adoración? Cuando adoramos “en espíritu y en verdad” también él nos da conocimiento de nuestra propia realidad y de la áreas en que debemos colaborar con su Espíritu para que “crezcamos en todo hasta Aquel que es la Cabeza, Cristo” (Ef 4,15).
Testimonios – Palabra profética
§
Palabra durante el tiempo de
adoración: Tenéis los ojos puestos en las cosas de abajo, por eso no podéis ver
las obras que yo estoy realizando en medio de vosotros; tenéis los oídos
embotados y no escucháis mi voz; tenéis el corazón lleno de cosas y ahí no cabe
mi palabra.
Os doy mi palabra y os resbala como las gotas de lluvia sobre el cristal de la ventana.
No guardáis mi palabra en vuestro corazón.
Entretanto mi corazón sufre porque os amo y no acogéis el amor que os quiero dar.
Os quiero transformar y no me dejáis; os quiero guiar, pero no os fiáis de mí.
Los enemigos os esperan al borde del camino y vosotros os empeñáis en caminar alegremente.
Quiero cobijaros en mi corazón y esconderos en la palma de mi mano; quiero guardaros y protegeros de todo peligro. Venid a mí, refugiaos en mí y os conduciré al Padre que os espera para daros el gozo, la paz y la vida (JB).
Os doy mi palabra y os resbala como las gotas de lluvia sobre el cristal de la ventana.
No guardáis mi palabra en vuestro corazón.
Entretanto mi corazón sufre porque os amo y no acogéis el amor que os quiero dar.
Os quiero transformar y no me dejáis; os quiero guiar, pero no os fiáis de mí.
Los enemigos os esperan al borde del camino y vosotros os empeñáis en caminar alegremente.
Quiero cobijaros en mi corazón y esconderos en la palma de mi mano; quiero guardaros y protegeros de todo peligro. Venid a mí, refugiaos en mí y os conduciré al Padre que os espera para daros el gozo, la paz y la vida (JB).
Conocer la mente de Dios y su verdad es el camino para conocernos a nosotros mismos.
ResponderBorrarY ¿cómo la vamos a conocer si no es en su palabra o mediante el trato personal con él, como sucede en la adoración? Cuando adoramos “en espíritu y en verdad” también él nos da conocimiento de nuestra propia realidad y de la áreas en que debemos colaborar con su Espíritu para que “crezcamos en todo hasta Aquel que es la Cabeza, Cristo” (Ef 4,15).