INTERCESORES CON CRISTO
“Bajaba
un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores que, después de
despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándole medio muerto. [...] Pero un
samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión” (Lc
10,29.33)
Interceder con compasión
Nuestro mundo actual se caracteriza por el
individualismo y el egoísmo; no hay tiempo para los demás, ni para sentirnos
responsables de problemas ajenos.
Cada uno se preocupa de sus problemas y ve a
los demás como intrusos que tiene que evitar o que interfieran con sus derechos
y con su bienestar.
La oración de intercesión nos sitúa en la escuela de la
compasión.
Los demás son personas, amados de Dios, cuyos problemas y
sufrimientos también son míos, porque los demás no son ajenos para mí, sino mi
prójimo.
A
ejemplo del Señor, el buen intercesor tiene un corazón compasivo, que sufre con
el que sufre, que comparte las cargas de los débiles, que es capaz de
compadecerse y de padecer con el prójimo, porque no es indiferente a lo que le
ocurre, sino apasionado y capaz de hacer suyos los problemas de los demás.
Pablo exhortaba a los hermanos de Roma: “Alegraos
con los que se alegran; llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir los
unos para con los otros. [...] Sin devolver a nadie mal por mal; procurando el
bien ante todos los hombres; [...] no tomando la justicia por cuenta vuestra.
[...] Antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene
sed, dale de beber” (Rm 12,15-20).
Algo
tiene que cambiar en nuestros corazones para interceder; necesitamos que se
abran a las necesidades de los demás y vivirlas como propias para que nuestra
intercesión salga de dentro –del corazón- y ponga en juego nuestro ser.
Necesitamos romper la dureza que nos aísla de Dios y de los hermanos, y
conectar con el sufrimiento de los hombres. De esta forma, la compasión será en
nosotros una fuerza que nos lleve a actuar y, en concreto, que nos mueva a
interceder.
El Señor Jesús dijo: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no
seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis
perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante
pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis
se os medirá” (Lc 6,36-38).
Somos llamados a ser compasivos, ante todo
porque Dios es compasivo. Ser intercesores con Cristo es compartir sus
cualidades y su corazón. Sólo así responderemos como hijos de Dios y seremos
los intercesores que él está buscando.
La pregunta ‘¿y quién es mi prójimo?’ tiene
respuesta: no es clasificar a los demás entre mis prójimos y otros, sino
cambiar mi corazón para que esté más cerca de los demás, más próximo a sus
necesidades.
Es decir, la pregunta es ésta: ‘¿Soy yo prójimo de los que me
necesitan? Es lo que Jesús nos enseñó en la parábola del buen samaritano: “¿Quién de estos tres te parece que fue
prójimo del que cayó en manos de los salteadores? Él dijo: ‘El que practicó la
misericordia con él.’ Díjole Jesús: ‘Vete y haz tú lo mismo.’” (Lc
10,36-37).
Palabra profética:
Palabras durante el tiempo de adoración:
-
En estos tiempos de adoración es cuando yo os voy
transformando.
Yo voy quitando toda la dureza que hay en algunos corazones, con
suavidad, con ternura.
Yo voy quitando las espinas de vuestros corazones, yo
voy curando vuestras heridas, yo os voy transformando. Quiero daros un corazón
intercesor, compasivo y misericordioso.
Quiero que os olvidéis de vosotros
mismos, para daros a los demás. Mirad a vuestro alrededor: ¡cuántas tristezas,
cuántas angustias, cuánto dolor y cuánto sufrimiento!
Están pidiendo
intercesión a gritos. ¿Vais a cerrar vuestros oídos a estos gritos? Olvidaos de
vosotros. Miradme a mí en la cruz. En la cruz yo lo di todo para interceder
ante el Padre por vosotros.
Mi corazón sangra
por ellos.
No dejéis de interceder, no dejéis de clamar misericordia al Padre
para ellos.
Necesitamos romper la dureza que nos aísla de Dios y de los hermanos, y conectar con el sufrimiento de los hombres. De esta forma, la compasión será en nosotros una fuerza que nos lleve a actuar y, en concreto, que nos mueva a interceder.
ResponderBorrarDurante la oración de intercesión el Señor hace saber que hay dolor en su corazón y dice: Es el dolor que siento por los hombres que van por caminos equivocados, por los que no qu ieren saber nada de mí, por los que se han alejado de mí y caminan envueltos en oscuridades y tinieblas.
ResponderBorrarMi corazón sangra por ellos.
No dejéis de interceder, no dejéis de clamar misericordia al Padre para ellos