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martes, 13 de octubre de 2015

Al verle tuvo compasión


INTERCESORES CON CRISTO

 





 

“Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores que, después de despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándole medio muerto. [...] Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión” (Lc 10,29.33)

 


 Interceder con compasión


 

 Nuestro mundo actual se caracteriza por el individualismo y el egoísmo; no hay tiempo para los demás, ni para sentirnos responsables de problemas ajenos.
 
Cada uno se preocupa de sus problemas y ve a los demás como intrusos que tiene que evitar o que interfieran con sus derechos y con su bienestar.
 
La oración de intercesión nos sitúa en la escuela de la compasión.
 
Los demás son personas, amados de Dios, cuyos problemas y sufrimientos también son míos, porque los demás no son ajenos para mí, sino mi prójimo.

 A ejemplo del Señor, el buen intercesor tiene un corazón compasivo, que sufre con el que sufre, que comparte las cargas de los débiles, que es capaz de compadecerse y de padecer con el prójimo, porque no es indiferente a lo que le ocurre, sino apasionado y capaz de hacer suyos los problemas de los demás. Pablo exhortaba a los hermanos de Roma: “Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir los unos para con los otros. [...] Sin devolver a nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres; [...] no tomando la justicia por cuenta vuestra. [...] Antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber” (Rm 12,15-20).

Algo tiene que cambiar en nuestros corazones para interceder; necesitamos que se abran a las necesidades de los demás y vivirlas como propias para que nuestra intercesión salga de dentro –del corazón- y ponga en juego nuestro ser.
 
Necesitamos romper la dureza que nos aísla de Dios y de los hermanos, y conectar con el sufrimiento de los hombres. De esta forma, la compasión será en nosotros una fuerza que nos lleve a actuar y, en concreto, que nos mueva a interceder.

El Señor Jesús dijo: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá” (Lc 6,36-38).
 
Somos llamados a ser compasivos, ante todo porque Dios es compasivo. Ser intercesores con Cristo es compartir sus cualidades y su corazón. Sólo así responderemos como hijos de Dios y seremos los intercesores que él está buscando.

La pregunta ‘¿y quién es mi prójimo?’ tiene respuesta: no es clasificar a los demás entre mis prójimos y otros, sino cambiar mi corazón para que esté más cerca de los demás, más próximo a sus necesidades.
 
Es decir, la pregunta es ésta: ‘¿Soy yo prójimo de los que me necesitan? Es lo que Jesús nos enseñó en la parábola del buen samaritano: “¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores? Él dijo: ‘El que practicó la misericordia con él.’ Díjole Jesús: ‘Vete y haz tú lo mismo.’” (Lc 10,36-37).


 

 

Palabra profética:

 

Palabras durante el tiempo de adoración:

-          En estos tiempos de adoración es cuando yo os voy transformando.
 
            Yo voy quitando toda la dureza que hay en algunos corazones, con suavidad, con ternura.      
 
            Yo voy quitando las espinas de vuestros corazones, yo voy curando vuestras heridas, yo os voy transformando. Quiero daros un corazón intercesor, compasivo y misericordioso.
 
           Quiero que os olvidéis de vosotros mismos, para daros a los demás. Mirad a vuestro alrededor: ¡cuántas tristezas, cuántas angustias, cuánto dolor y cuánto sufrimiento!
 
          Están pidiendo intercesión a gritos. ¿Vais a cerrar vuestros oídos a estos gritos? Olvidaos de vosotros. Miradme a mí en la cruz. En la cruz yo lo di todo para interceder ante el Padre por vosotros.

        - Durante la oración de intercesión el Señor hace saber que hay dolor en su corazón y dice: Es el dolor que siento por los hombres que van por caminos equivocados, por los que no qu  ieren saber nada de mí, por los que se han alejado de mí y caminan envueltos en oscuridades y tinieblas.
 
Mi corazón sangra por ellos.
 
No dejéis de interceder, no dejéis de clamar misericordia al Padre para ellos.


 

 

2 comentarios:

  1. Necesitamos romper la dureza que nos aísla de Dios y de los hermanos, y conectar con el sufrimiento de los hombres. De esta forma, la compasión será en nosotros una fuerza que nos lleve a actuar y, en concreto, que nos mueva a interceder.

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  2. Durante la oración de intercesión el Señor hace saber que hay dolor en su corazón y dice: Es el dolor que siento por los hombres que van por caminos equivocados, por los que no qu ieren saber nada de mí, por los que se han alejado de mí y caminan envueltos en oscuridades y tinieblas.



    Mi corazón sangra por ellos.



    No dejéis de interceder, no dejéis de clamar misericordia al Padre para ellos

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