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sábado, 3 de octubre de 2015

SANTA TERESA DE JESUS



Biografía


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Nace en Ávila el 28 de Marzo de 1515, en la casa señorial de Don Alonso Sánchez de Cepeda y Doña Beatriz Dávila de Ahumada. Eran 10 los hermanos de Teresa y 2 los hermanastros, pues su padre tuvo dos hijos en un matrimonio anterior.
 
Es bautizada el 4 de Abril del mismo año.
 



 

 
Desde muy pequeña manifestó interés por las vidas de los santos y las gestas de caballería. A los 6 años  llegó a iniciar una fuga con su hermano Rodrigo para convertirse en mártir en tierra de moros, pero fue frustrada por su tío que los descubre aún a vista de las murallas.
 
Juegan entonces a ser ermitaños haciéndose una cabaña en el huerto de la casa.
 
Reina entonces en España un espíritu de aventura y conquista: parten guerreros a Flandes, conquistadores a América, y la literatura vive de este espíritu.
 
En manos de Teresa caen algunos de estos libros y entonces ella sueña con ser una de las damas que se acicalan y perfuman para sus galanes ilustres.
 
El coqueteo le gusta, pues encuentra además la complicidad de sus primas y la corteja un primo suyo.
 
Su madre muere en 1528 contando ella 13 años, y pide entonces a la Virgen que la adopte hija suya. Sin embargo sigue siendo “… enemiguísima de ser monja,” (Vida 2,8), y al ver su padre con malos ojos su relación con su primo, decide internarla en 1531 en el colegio de Gracia, regido por agustinas, donde ella echará de menos a su primo pero se encontrará muy a gusto.
 
A medida que se hace mayor, la vocación religiosa se le va planteando como una alternativa, aunque en lucha con el atractivo del mundo.
 
Su hermano Rodrigo parte a América, su hermana María al matrimonio y una amiga suya ingresa en La Encarnación. Con ella mantendrá largas conversaciones que la llevan al convencimiento de su vocación, ingresando, con la oposición de su padre, en 1535.
 
Dos años después, en 1537, sufre una dura enfermedad, que provoca que su padre la saque de la Encarnación para darle cuidados médicos, pero no mejora y llega a estar 4 días inconsciente, todo el mundo la da por muerta.
 
Finalmente se recupera y puede volver a La Encarnación dos años después en 1539, aunque tullida por las secuelas, tardará en valerse por sí misma alrededor de 3 años.
Muere su padre en 1544.
 
La vida conventual era entonces muy relajada con cerca de 200 monjas en el monasterio y gran libertad para salir y recibir visitantes.
 
Teresa tenía un vago descontento con este régimen tan abierto, pero estaba muy cómoda en su amplia celda con bonitas vistas, y con la vida social que le permitían las salidas y las visitas en el locutorio.
 
En la cuaresma del año 1554, contando ella 39 años y 19 como religiosa llora ante un Cristo llagado pidiéndole fuerzas para no ofenderle.
 
Desde este momento su oración mental se llena de visiones y estados sobrenaturales, aunque alternados siempre con periodos de sequedad.
 
Aunque recibe muchas visiones y experiencias místicas elevadas, es una visión muy viva y terrible del infierno la que le produce el anhelo de querer vivir su entrega religiosa con todo su rigor y perfección, llevándola a la reforma del Carmelo y la primera fundación.
 
Esta primera fundación será una aventura burocrática y humana con muchos altibajos: su confesor aprueba un día y reprueba otro, el Provincial apoya con entusiasmo, para luego retirarse, y el Obispo que nunca había dudado de Santa Teresa, llegado el momento titubea.
 
En un momento parece que todo fracasa y Teresa, siempre obediente, se retira a su celda sin nada poder hacer, aunque Doña Guiomar de Ulloa y el Padre Ibáñez logran de Roma la autorización.
 
Por obediencia parte entonces a Toledo varios meses, para consolar a la viuda Luisa de la Cerda.
 
Esta distancia favorecerá los progresos del monasterio de San José de Ávila, que continúan con mayor discreción, a escondidas, a pesar de los rumores. Regresará para encontrarse con el breve del Papa.
 
Fundado el 24 de Agosto de 1562, encuentra una terrible hostilidad, proveniente de la Iglesia que ve ninguneada su autoridad, se alzan algunas voces pidiendo el derribo del nuevo convento, toda la ciudad está alborotada, y Teresa debe abandonarlo dejando a las cuatro novicias solas, para volver a su celda de La Encarnación.
 
Sólo se podrá incorporar un año después de su fundación, dejando la celda amplia y las comodidades de La Encarnación por las estrecheces de San José de Ávila, pequeño y austero hasta el extremo.
 
Por mucho tiempo parece que la fundación de la nueva orden tendría sólo este monasterio, hasta que Teresa vuelve a llorar al saber que las necesidades de misiones en América son importantes. Escucha entonces en oración: “…Espera un poco hija, y verás grandes cosas.”, y poco después le llegan instrucciones y autorización para fundar más conventos.
 
Comienza aquí una intensa actividad de Santa Teresa que sólo termina con su muerte, en la que compaginará el gobierno de su orden, con las fundaciones de nuevos conventos y la redacción de sus libros, sin perder nunca el buen ánimo ni la esperanza, en la confianza de que no era su voluntad lo que estaba cumpliendo y que le llegarían los apoyos que necesitara, como así fue en todo momento.
 
Fundó en total 17 conventos: Ávila (1562), Medina del Campo (1567), Malagón (1568), Valladolid (1568), Toledo (1569), Pastrana (1569), Salamanca (1570), Alba de Tormes (1571), Segovia (1574), Beas de Segura (1575), Sevilla (1575), Caravaca de la Cruz (1576), Villanueva de la Jara (1580),  Palencia (1580), Soria (1581), Granada (1582) y Burgos (1582), en el año de su muerte.
 
La fundación de Granada la hizo Ana de Jesús, aunque en vida de la Santa, por lo que no siempre aparece en las enumeraciones.
 
A  estos conventos hay que sumar el primero del Carmelo masculino que funda con San Juan de la Cruz en Duruelo (1567). Santa Teresa conoció a San Juan de la Cruz en Medina del Campo contando ella 52 años y él 24, y le convenció para unirse a la reforma, olvidando sus planes de retirarse a la cartuja de El Paular.
 
Regresando de la fundación de Burgos, hace parada en Medina del Campo, pero es requerida en Alba de Tormes por la Duquesa de Alba. Está enferma y agotada. Muere en brazos de Ana de San Bartolomé la noche del 4 de Octubre al 15 de Octubre de 1582 (y esto por coincidir con el cambio del calendario Juliano al Gregoriano).
 
Muere sin haber publicado ninguna de sus obras, sin haber logrado fundar en Madrid (a pesar de su ilusión), sin haber separado la orden de descalzos de la de calzados y con dudas sobre si sus monasterios se podrían mantener con el espíritu que ella infundió.
 
Teresa escribió muy poco por iniciativa suya, muchas cartas, alguna poesía y anotaciones.
 
Pero sus obras maestras son fruto de la obediencia a sus superiores, que veían el interés de que escribiera sus experiencias y enseñanzas. Y así comienza todos sus escritos mayores aceptando su encargo con obediencia, pero con notable esfuerzo por su parte.
 
Escribir le supone un esfuerzo importante, lo hace, en ocasiones, ocupando la otra mano con la rueca, tal y como ella explica: “…  casi hurtando el tiempo y con pena porque me estorbo de hilar y por estar en casa pobre y con hartas ocupaciones”  (Vida 10,7)
 
La Inquisición vigiló muy de cerca sus escritos temiendo textos que incitaran a seguir el cisma iniciado en Europa, o se alejaran en algún punto de la recta doctrina.
 
Muchos de sus textos están autocensurados, temiendo esta vigilancia. Su manuscrito “Meditaciones Sobre El Cantar de los Cantares” lo quemó ella misma por orden de su confesor, en una época en que estaba prohibida la difusión de las Sagradas Escrituras en romance.
 
Su vida es fiel reflejo de lo que avisaba a sus monjas: que las gracias recibidas en la oración son para darnos fuerza en servir a los demás.
 
Aunque Teresa es conocida por lo elevado de las gracias místicas y visiones que recibe, su oración no la aparta del mundo, sino que hace que se entregue con especial fuerza y respaldo a las obras que le son encomendadas sufriendo en viajes, discusiones y continuas trabas, burlas y desplantes de sus contemporáneos.
 
Fue beatificada por Pablo V en 1614, canonizada por Gregorio XV en 1622, y nombrada doctora de la Iglesia Universal por Pablo VI en 1970.
 
La primera mujer de las tres actuales doctoras de la Iglesia. Las otras son Santa Catalina de Siena y otra carmelita descalza: Santa Teresita del Niño Jesús.
 
ALGO DE SUS ESCRITOS
 
LIBRO DE LA VIDA
CAPÍTULO 11
 
Dice en qué está la falta de no amar a Dios con perfección en breve
tiempo. – Comienza a declarar, por una comparación que pone,
cuatro grados de oración. – Va tratando aquí del primero. – Es muy
provechoso para los que comienzan y para los que no tienen gustos
en la oración.
 
1. Pues hablando ahora de los que comienzan a ser siervos del
amor (que no me parece otra cosa determinarnos a seguir por este
camino de oración al que tanto nos amó), es una dignidad tan
grande, que me regalo extrañamente en pensar en ella. Porque el
temor servil luego va fuera, si en este primer estado vamos como
hemos de ir. ¡Oh Señor de mi alma y bien mío! ¿Por qué no
quisisteis que en determinándose un alma a amaros, con hacer lo
que puede en dejarlo todo para mejor se emplear en este amor de
Dios, luego gozase de subir a tener este amor perfecto? Mal he
dicho: había de decir y quejarme porque no queremos nosotros;
pues toda la falta nuestra es, en no gozar luego de tan gran
dignidad, pues en llegando a tener con perfección este verdadero
amor de Dios, trae consigo todos los bienes. Somos tan caros y tan
tardíos de darnos del todo a Dios, que, como Su Majestad no quiere
gocemos de cosa tan preciosa sin gran precio, no acabamos de
disponernos.
2. Bien veo que no le hay con qué se pueda comprar tan gran bien
en la tierra; mas si hiciésemos lo que podemos en no nos asir a
cosa de ella, sino que todo nuestro cuidado y trato fuese en el cielo,
creo yo sin duda muy en breve se nos daría este bien, si en breve
del todo nos dispusiésemos, como algunos santos lo hicieron. Mas
parécenos que lo damos todo, y es que ofrecemos a Dios la renta o
los frutos y quedámonos con la raíz y posesión. Determinámonos a
ser pobres, y es de gran merecimiento; mas muchas veces
tornamos a tener cuidado y diligencia para que no nos falte no sólo
lo necesario sino lo superfluo, y a granjear los amigos que nos lo
den y ponernos en mayor cuidado, y por ventura peligro, porque no
nos falte, que antes teníamos en poseer la hacienda.
Parece también que dejamos la honra en ser religiosos o en haber
ya comenzado a tener vida espiritual y a seguir perfección, y no nos
han tocado en un punto de honra, cuando no se nos acuerda la
hemos ya dado a Dios, y nos queremos tornar a alzar con ella y
tomársela -como dicen- de las manos, después de haberle de
nuestra voluntad, al parecer, hecho de ella señor. Así son todas las
otras cosas.
 
3. ¡Donosa manera de buscar amor de Dios! Y luego le queremos a
manos llenas, a manera de decir. Tenernos nuestras aficiones (ya
que no procuramos efectuar nuestros deseos y no acabarlos de
levantar de la tierra) y muchas consolaciones espirituales con esto,
no viene bien, ni me parece se compadece esto con estotro. Así
que, porque no se acaba de dar junto, no se nos da por junto este
tesoro. Plega al Señor que gota a gota nos le dé Su Majestad,
aunque sea costándonos todos los trabajos del mundo.
 
4. Harto gran misericordia hace a quien da gracia y ánimo para
determinarse a procurar con todas sus fuerzas este bien. Porque si
persevera, no se niega Dios a nadie. Poco a poco va habilitando él
el ánimo para que salga con esta victoria. Digo ánimo, porque son
tantas las cosas que el demonio pone delante a los principios para
que no comiencen este camino de hecho, como quien sabe el daño
que de aquí le viene, no sólo en perder aquel alma sino muchas. Si
el que comienza se esfuerza con el fervor de Dios a llegar a la
cumbre de la perfección, creo jamás va solo al cielo; siempre lleva
mucha gente tras sí. Como a buen capitán, le da Dios quien vaya
en su compañía.
Póneles tantos peligros y dificultades delante, que no es menester
poco ánimo para no tornar atrás, sino muy mucho y mucho favor de
Dios.
 
5. Pues hablando de los principios de los que ya van determinados
a seguir este bien y a salir con esta empresa (que de lo demás que
comencé a decir de mística teología, que creo se llama así, diré
más adelante), en estos principios está todo el mayor trabajo;
porque son ellos los que trabajan dando el Señor el caudal; que en
los otros grados de oración lo más es gozar, puesto que primeros y
medianos y postreros, todos llevan sus cruces, aunque diferentes;
que por este camino que fue Cristo han de ir los que le siguen, si no
se quieren perder. ¡Y bienaventurados trabajos, que aun acá en la
vida tan sobradamente se pagan!
6. Habré de aprovecharme de alguna comparación, aunque yo las
quisiera excusar por ser mujer y escribir simplemente lo que me
mandan. Mas este lenguaje de espíritu es tan malo de declarar a
los que no saben letras, como yo, que habré de buscar algún modo,
y podrá ser las menos veces acierte a que venga bien la
comparación. Servirá de dar recreación a vuestra merced de ver
tanta torpeza.
Paréceme ahora a mí que he leído u oído esta comparación -que
como tengo mala memoria, ni sé adónde ni a qué propósito, mas
para el mío ahora conténtame-: ha de hacer cuenta el que
comienza, que comienza a hacer un huerto en tierra muy
infructuosa que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el
Señor. Su Majestad arranca las malas hierbas y ha de plantar las
buenas. Pues hagamos cuenta que está ya hecho esto cuando se
determina a tener oración un alma y lo ha comenzado a usar. Y con
ayuda de Dios hemos de procurar, como buenos hortelanos, que
crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas para que no se
pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor
para dar recreación a este Señor nuestro, y así se venga a deleitar
muchas veces a esta huerta y a holgarse entre estas virtudes.
 
7. Pues veamos ahora de la manera que se puede regar, para que
entendamos lo que hemos de hacer y el trabajo que nos ha de
costar, si es mayor que la ganancia, o hasta qué tanto tiempo se ha
de tener.
Paréceme a mí que se puede regar de cuatro maneras:
o con sacar el agua de un pozo, que es a nuestro gran trabajo;.
o con noria y arcaduces, que se saca con un torno; yo lo he sacado
algunas veces: es a menos trabajo que estotro y sácase más agua;
o de un río o arroyo: esto se riega muy mejor, que queda más harta
la tierra de agua y no se ha menester regar tan a menudo y es a
menos trabajo mucho del hortelano;
o con llover mucho, que lo riega el Señor sin trabajo ninguno
nuestro, y es muy sin comparación mejor que todo lo que queda
dicho.
 
8. Ahora, pues, aplicadas estas cuatro maneras de agua de que se
ha de sustentar este huerto -porque sin ella perderse ha-, es lo que
a mí me hace al caso y ha parecido que se podrá declarar algo de
cuatro grados de oración, en que el Señor, por su bondad, ha
puesto algunas veces mi alma. Plega a su bondad atine a decirlo de
manera que aproveche a una de las personas que esto me
mandaron escribir, que la ha traído el Señor en cuatro meses harto
más adelante que yo estaba en diecisiete años. Hase dispuesto
mejor, y así sin trabajo suyo riega este vergel con todas estas
cuatro aguas, aunque la postrera aún no se le da sino a gotas; mas
va de suerte que presto se engolfará en ella con ayuda del Señor. Y
gustaré se ría, si le pareciere desatino la manera del declarar.
 
9. De los que comienzan a tener oración podemos decir son los que
sacan el agua del pozo, que es muy a su trabajo, como tengo dicho,
que han de cansarse en recoger los sentidos, que, como están
acostumbrados a andar derramados, es harto trabajo. Han
menester irse acostumbrando a no se les dar nada de ver ni oír, y
aun ponerlo por obra las horas de la oración, sino estar en soledad
y, apartados, pensar su vida pasada. Aunque esto primeros y
postreros todos lo han de hacer muchas veces, hay más y menos
de pensar en esto, como después diré. Al principio aún da pena,
que no acaban de entender que se arrepienten de los pecados; y sí
hacen, pues se determinan a servir a Dios tan de veras. Han de
procurar tratar de la vida de Cristo, y cánsase el entendimiento en
esto.
Hasta aquí podemos adquirir nosotros, entiéndese con el favor de
Dios, que sin éste ya se sabe no podemos tener un buen
pensamiento. Esto es comenzar a sacar agua del pozo, y aun plega
a Dios lo quiera tener. Mas al menos no queda por nosotros, que ya
vamos a sacarla y hacemos lo que podemos para regar estas flores.
Y es Dios tan bueno que, cuando por lo que Su Majestad sabe -por
ventura para gran provecho nuestro- quiere que esté seco el pozo,
haciendo lo que es en nosotros como buenos hortelanos, sin agua
sustenta las flores y hace crecer las virtudes. Llamo «agua» aquí las
lágrimas y, aunque no las haya, la ternura y sentimiento interior de
devoción.
 
10. Pues ¿qué hará aquí el que ve que en muchos días no hay sino
sequedad y disgusto y dessabor y tan mala gana para venir a sacar
el agua, que si no se le acordase que hace placer y servicio al
Señor de la huerta y mirase a no perder todo lo servido y aun lo que
 
espera ganar del gran trabajo que es echar muchas veces el
caldero en el pozo y sacarle sin agua, lo dejaría todo? Y muchas
veces le acaecerá aun para esto no se le alzar los brazos, ni podrá
tener un buen pensamiento: que este obrar con el entendimiento,
entendido va que es el sacar agua del pozo.
Pues, como digo, ¿qué hará aquí el hortelano? Alegrarse y
consolarse y tener por grandísima merced de trabajar en huerto de
tan gran Emperador. Y pues sabe le contenta en aquello y su
intento no ha de ser contentarse a sí sino a El, alábele mucho, que
hace de él confianza, pues ve que sin pagarle nada tiene tan gran
cuidado de lo que le encomendó. Y ayúdele a llevar la cruz y piense
que toda la vida vivió en ella y no quiera acá su reino ni deje jamás
la oración. Y así se determine, aunque para toda la vida le dure esta
sequedad, no dejar a Cristo caer con la cruz. Tiempo vendrá que se
lo pague por junto. No haya miedo que se pierda el trabajo. A buen
amo sirve. Mirándole está. No haga caso de malos pensamientos.
Mire que también los representaba el demonio a San Jerónimo en
el desierto.
 
11. Su precio se tienen estos trabajos, que, como quien los pasó
muchos años (que cuando una gota de agua sacaba de este
bendito pozo pensaba me hacía Dios merced), sé que son
grandísimos y me parece es menester más ánimo que para otros
muchos trabajos del mundo. Mas he visto claro que no deja Dios sin
gran premio, aun en esta vida; porque es así, cierto, que una hora
de las que el Señor me ha dado de gusto de Sí después acá, me
parece quedan pagadas todas las congojas que en sustentarme en
la oración mucho tiempo pasé.
Tengo para mí que quiere el Señor dar muchas veces al principio, y
otras a la postre, estos tormentos y otras muchas tentaciones que
se ofrecen, para probar a sus amadores y saber si podrán beber el
cáliz y ayudarle a llevar la cruz, antes que ponga en ellos grandes
tesoros. Y para bien nuestro creo nos quiere Su Majestad llevar por
aquí, para que entendamos bien lo poco que somos; porque son de
tan gran dignidad las mercedes de después, que quiere por
experiencia veamos antes nuestra miseria primero que nos las dé,
por que no nos acaezca lo que a Lucifer.
 
12. ¿Qué hacéis Vos, Señor mío, que no sea para mayor bien del
alma que entendéis que es ya vuestra y que se pone en vuestro
poder para seguiros por donde fuereis hasta muerte de cruz y que
está determinada a ayudárosla a llevar y a no dejaros solo con ella?
Quien viere en sí esta determinación, no, no hay que temer. Gente
espiritual, no hay por qué se afligir. Puesto ya en tan alto grado
como es querer tratar a solas con Dios y dejar los pasatiempos del
mundo, lo más está hecho. Alabad por ello a Su Majestad y fiad de
su bondad, que nunca faltó a sus amigos. Tapaos los ojos de
pensar por qué da a aquél de tan pocos días devoción, y a mí no en
tantos años. Creamos es todo para más bien nuestro. Guíe Su
Majestad por donde quisiere. Ya no somos nuestros, sino suyos.
Harta merced nos hace en querer que queramos cavar en su huerto
y estarnos cabe el Señor de él, que cierto está con nosotros. Si El
quiere que crezcan estas plantas y flores a unos con dar agua que
 
 
 
saquen de este pozo, a otros sin ella, ¿qué se me da mí? Haced
vos, Señor, lo que quisiereis. No os ofenda yo. No se pierdan las
virtudes, si alguna me habéis ya dado por sola vuestra bondad.
Padecer quiero, Señor, pues Vos padecisteis. Cúmplase en mí de
todas maneras vuestra voluntad. Y no plega a Vuestra Majestad
que cosa de tanto precio como vuestro amor se dé a gente que os
sirve sólo por gustos.
 
13. Hase de notar mucho -y dígolo porque lo sé por experiencia-
que el alma que en este camino de oración mental comienza a
caminar con determinación y puede acabar consigo de no hacer
mucho caso ni consolarse ni desconsolarse mucho porque falten
estos gustos y ternura o la dé el Señor, que tiene andado gran parte
del camino. Y no haya miedo de tornar atrás, aunque más tropiece,
porque va comenzado el edificio en firme fundamento. Sí, que no
está el amor de Dios en tener lágrimas ni estos gustos y ternura,
que por la mayor parte los deseamos y consolamos con ellos, sino
en servir con justicia y fortaleza de ánima y humildad. Recibir, más
me parece a mí eso, que no dar nosotros nada.
 
14. Para mujercitas como yo, flacas y con poca fortaleza, me parece
a mí conviene, como Dios ahora lo hace, llevarme con regalos,
porque pueda sufrir algunos trabajos que ha querido Su Majestad
tenga; mas para siervos de Dios, hombres de tomo, de letras, de
entendimiento, que veo hacer tanto caso de que Dios no los da
devoción, que me hace disgusto oírlo. No digo yo que no la tomen,
si Dios se la da, y la tengan en mucho, porque entonces verá Su
Majestad que conviene; mas que cuando no la tuvieren, que no se
fatiguen y que entiendan que no es menester, pues Su Majestad no
la da, y anden señores de sí mismos. Crean que es falta. Yo lo he
probado y visto. Crean que es imperfección y no andar con libertad
de espíritu, sino flacos para acometer.
 
15. Esto no lo digo tanto por los que comienzan (aunque pongo
tanto en ello, porque les importa mucho comenzar con esta libertad
y determinación), sino por otros; que habrá muchos que lo ha que
comenzaron y nunca acaban de acabar. Y creo es gran parte este
no abrazar la cruz desde el principio, que andarán afligidos
pareciéndoles no hacen nada. En dejando de obrar el
entendimiento, no lo pueden sufrir y por ventura entonces engorda
la voluntad y toma fuerza, y no lo entienden ellos.
Hemos de pensar que no mira el Señor en estas cosas, que,
aunque a nosotros nos parecen faltas, no lo son. Ya sabe Su
Majestad nuestra miseria y bajo natural mejor que nosotros mismos,
y sabe que ya estas almas desean siempre pensar en El y amarle.
Esta determinación es la que quiere. Estotro afligimiento que nos
damos no sirve de más de inquietar el alma, y si había de estar
inhábil para aprovechar una hora, que lo esté cuatro. Porque muy
muchas veces (yo tengo grandísima experiencia de ello, y sé que
es verdad, porque lo he mirado con cuidado y tratado después a
personas espirituales) que viene de indisposición corporal, que
somos tan miserables que participa esta encarceladita de esta
pobre alma de las miserias del cuerpo. Y las mudanzas de los
tiempos y las vueltas de los humores muchas veces hacen que sin
culpa suya no pueda hacer lo que quiere, sino que padezca de
todas maneras. Y mientras más la quieren forzar en estos tiempos,
es peor y dura más el mal; sino que haya discreción para ver
cuándo es de esto, y no la ahoguen a la pobre. Entiendan son
enfermos. Múdese la hora de la oración, y hartas veces será
algunos días. Pasen como pudieren este destierro, que harta
malaventura es de un alma que ama a Dios ver que vive en esta
miseria y que no puede lo que quiere, por tener tan mal huésped
como este cuerpo.
 
16. Dije «con discreción», porque alguna vez el demonio lo hará; y
así es bien ni siempre dejar la oración cuando hay gran
distraimiento y turbación en el entendimiento, ni siempre atormentar
el alma a lo que no puede.
Otras cosas hay exteriores de obras de caridad y de lección,
aunque a veces aun no estará para esto. Sirva entonces al cuerpo
por amor de Dios, porque otras veces muchas sirva él al alma, y
tome algunos pasatiempos santos de conversaciones que lo sean,
o irse al campo, como aconsejare el confesor. Y en todo es gran
cosa la experiencia, que da a entender lo que nos conviene. Y en
todo se sirve Dios. Suave es su yugo, y es gran negocio no traer el
alma arrastrada, como dicen, sino llevarla con suavidad para su
mayor aprovechamiento.
 
17. Así que torno a avisar -y aunque lo diga muchas veces no va
nada- que importa mucho que de sequedades ni de inquietud y
distraimiento en los pensamientos nadie se apriete ni aflija. Si
quiere ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado,
comience a no se espantar de la cruz, y verá cómo se la ayuda
también a llevar el Señor y con el contento que anda y el provecho
que saca de todo. Porque ya se ve que, si el pozo no mana, que
nosotros no podemos poner el agua. Verdad es que no hemos de
estar descuidados para que, cuando la haya, sacarla; porque
entonces ya quiere Dios por este medio multiplicar las virtudes.
 
 
 
CAPÍTULO 12
Prosigue en este primer estado. – Dice hasta dónde podemos llegar
con el favor de Dios por nosotros mismos, y el daño que es querer,
hasta que el Señor lo haga, subir el espíritu a cosas sobrenaturales.
 
1. Lo que he pretendido dar a entender en este capítulo pasado
aunque me he divertido mucho en otras cosas por parecerme muy
necesarias- es decir hasta lo que podemos nosotros adquirir, y
cómo en esta primera devoción podemos nosotros ayudarnos algo.
Porque en pensar y escudriñar lo que el Señor pasó por nosotros,
muévenos a compasión, y es sabrosa esta pena y las lágrimas que
proceden de aquí. Y de pensar la gloria que esperamos y el amor
que el Señor nos tuvo y su resurrección, muévenos a gozo que ni
es del todo espiritual ni sensual, sino gozo virtuoso y la pena muy
meritoria. De esta manera son todas las cosas que causan
devoción adquirida con el entendimiento en parte, aunque no
podida merecer ni ganar si no la de Dios. Estále muy bien a un alma
que no la ha subido de aquí, no procurar subir ella; y nótese esto
mucho, porque no le aprovechará más de perder.
 
2. Puede en este estado hacer muchos actos para determinarse a
hacer mucho por Dios y despertar el amor, otros para ayudar a
crecer las virtudes, conforme a lo que dice un libro llamado Arte de
servir a Dios, que es muy bueno y apropiado para los que están en
este estado, porque obra el entendimiento. Puede representarse
delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su
sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con El,
pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos,
alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin
procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus
deseos y necesidad.
Es excelente manera de aprovechar y muy en breve; y quien
trabajare a traer consigo esta preciosa compañía y se aprovechare
mucho de ella y de veras cobrare amor a este Señor a quien tanto
debemos, yo le doy por aprovechado.
 
3. Para esto no se nos ha de dar nada de no tener devoción -como
tengo dicho-, sino agradecer al Señor que nos deja andar deseosos
de contentarle, aunque sean flacas las obras. Este modo de traer a
Cristo con nosotros aprovecha en todos estados, y es un medio
segurísimo para ir aprovechando en el primero y llegar en breve al
segundo grado de oración, y para los postreros andar seguros de
los peligros que el demonio puede poner.
 
4. Pues esto es lo que podemos. Quien quisiere pasar de aquí y
levantar el espíritu a sentir gustos que no se los dan, es perder lo
uno y lo otro, a mi parecer, porque es sobrenatural; y perdido el
entendimiento, quédase el alma desierta y con mucha sequedad. Y
como este edificio todo va fundado en humildad, mientras más
llegados a Dios, más adelante ha de ir esta virtud, y si no, va todo
perdido. Y parece algún género de soberbia querer nosotros subir a
más, pues Dios hace demasiado, según somos, en allegarnos cerca
de Sí.
No se ha de entender que digo esto por el subir con el pensamiento
a pensar cosas altas del cielo o de Dios y las grandezas que allá
hay y su gran sabiduría; porque, aunque yo nunca lo hice (que no
tenía habilidad -como he dicho- y me hallaba tan ruin, que aun para
pensar cosas de la tierra me hacía Dios merced de que entendiese
esta verdad, que no era poco atrevimiento, cuánto más para las del
cielo), otras personas se aprovecharán, en especial si tienen letras,
que es un gran tesoro para este ejercicio, a mi parecer, si son con
humildad. De unos días acá lo he visto por algunos letrados, que ha
poco que comenzaron y han aprovechado muy mucho; y esto me
hace tener grandes ansias porque muchos fuesen espirituales,
como adelante diré.
 
5. Pues lo que digo «no se suban sin que Dios los suba», es
lenguaje de espíritu. Entenderme ha quien tuviere alguna
experiencia, que yo no lo sé decir si por aquí no se entiende. En la
mística teología que comencé a decir, pierde de obrar el
entendimiento, porque le suspende Dios, como después declararé
más, si supiere y El me diere para ello su favor. Presumir ni pensar
de suspenderle nosotros, es lo que digo no se haga, ni se deje de
obrar con él, porque nos quedaremos bobos y fríos, y ni haremos lo
uno ni lo otro; que cuando el Señor le suspende y hace parar, dale
de qué se espante y se ocupe, y que sin discurrir entienda más en
un «credo» que nosotros podemos entender con todas nuestras
diligencias de tierra en muchos años. Ocupar las potencias del alma
y pensar hacerlas estar quedas, es desatino.
Y torno a decir que, aunque no se entiende, es de no gran
humildad; aunque no con culpa, con pena sí, que será trabajo
perdido, y queda el alma con un disgustillo como quien va a saltar y
la asen por detrás, que ya parece ha empleado su fuerza, y hállase
sin efectuar lo que con ella quería hacer; y en la poca ganancia que
queda verá quien lo quisiere mirar esto poquillo de falta de humildad
que he dicho. Porque esto tiene excelente esta virtud, que no hay
obra a quien ella acompañe, que deje el alma disgustada.
Paréceme lo he dado a entender, y por ventura será sola para mí.
Abra el Señor los ojos de los que lo leyeren, con la experiencia;
que, por poca que sea, luego lo entenderán.
 
6. Hartos años estuve yo que leía muchas cosas y no entendía
nada de ellas; y mucho tiempo que, aunque me lo daba Dios,
palabra no sabía decir para darlo a entender, que no me ha costado
esto poco trabajo. Cuando Su Majestad quiere, en un punto lo
enseña todo, de manera que yo me espanto.
Una cosa puedo decir con verdad: que, aunque hablaba con
muchas personas espirituales que querían darme a entender lo que
el Señor me daba, para que se lo supiese decir, y es cierto que era
tanta mi torpeza, que poco ni mucho me aprovechaba; o quería el
Señor, como Su Majestad fue siempre mi maestro (sea por todo
bendito, que harta confusión es para mí poder decir esto con
verdad), que no tuviese a nadie que agradecer. Y sin querer ni
pedirlo (que en esto no he sido nada curiosa -porque fuera virtud
serlo- sino en otras vanidades), dármelo Dios en un punto a
entender con toda claridad y para saberlo decir, de manera que se
espantaban y yo más que mis confesores, porque entendía mejor
mi torpeza. Esto ha poco. Y así lo que el Señor no me ha enseñado
no lo procuro, si no es lo que toca a mi conciencia.
 
7. Torno otra vez a avisar que va mucho en «no subir el espíritu si el
Señor no le subiere». Qué cosa es, se entiende luego. En especial
para mujeres es más malo, que podrá el demonio causar alguna
ilusión; aunque tengo por cierto no consiente el Señor dañe a quien
con humildad se procura llegar a El, antes sacará más provecho y
ganancia por donde el demonio le pensare hacer perder.
Por ser este camino de los primeros más usado, e importan mucho
los avisos que he dado, me he alargado tanto. Y habránlos escrito
en otras partes muy mejor, yo lo confieso, y que con harta confusión
y vergüenza lo he escrito, aunque no tanta como había de tener.
Sea el Señor bendito por todo, que a una como yo quiere y
consiente hable en cosas suyas, tales y tan subidas.
 
 
 
CAPÍTULO 13
Prosigue en este primer estado y pone avisos para algunas
tentaciones que el demonio suele poner algunas veces. – Da avisos
para ellas. – Es muy provechoso.
 
1. Hame parecido decir algunas tentaciones que he visto que se
tienen a los principios, y algunas tenido yo, y dar algunos avisos de
cosas que me parecen necesarias.
Pues procúrese a los principios andar con alegría y libertad, que
hay algunas personas que parece se les ha de ir la devoción si se
descuidan un poco. Bien es andar con temor de sí para no se fiar
poco ni mucho de ponerse en ocasión donde suele ofender a Dios,
que esto es muy necesario hasta estar ya muy enteros en la virtud;
y no hay muchos que lo puedan estar tanto, que en ocasiones
aparejadas a su natural se puedan descuidar, que siempre,
mientras vivimos, aun por humildad, es bien conocer nuestra
miserable naturaleza. Mas hay muchas cosas adonde se sufre,
como he dicho, tomar recreación aun para tornar a la oración más
fuertes. En todo es menester discreción.
 
2. Tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los
deseos, sino creer de Dios que, si nos esforzamos, poco a poco,
aunque no sea luego, podremos llegar a lo que muchos santos con
su favor; que si ellos nunca se determinaran a desearlo y poco a
poco a ponerlo por obra, no subieran a tan alto estado. Quiere Su
Majestad y es amigo de ánimas animosas, como vayan con
humildad y ninguna confianza de sí. Y no he visto a ninguna de
éstas que quede baja en este camino; ni ninguna alma cobarde, con
amparo de humildad, que en muchos años ande lo que estotros en
muy pocos. Espántame lo mucho que hace en este camino
animarse a grandes cosas; aunque luego no tenga fuerzas el alma,
da un vuelo y llega a mucho, aunque -como avecita que tiene pelo
malo- cansa y queda.
 
3. Otro tiempo traía yo delante muchas veces lo que dice San
Pablo, que todo se puede en Dios. En mí bien entendía no podía
nada. Esto me aprovechó mucho, y lo que dice San Agustín: Dame,
Señor, lo que me mandas, y manda lo que quisieres. Pensaba
muchas veces que no había perdido nada San Pedro en arrojarse
en la mar, aunque después temió. Estas primeras determinaciones
son gran cosa, aunque en este primer estado es menester irse más
deteniendo y atados a la discreción y parecer de maestro; mas han
de mirar que sea tal, que no los enseñe a ser sapos, ni que se
contente con que se muestre el alma a sólo cazar lagartijas.
¡Siempre la humildad delante, para entender que no han de venir
estas fuerzas de las nuestras!
 
4. Mas es menester entendamos cómo ha de ser esta humildad,
porque creo el demonio hace mucho daño para no ir muy adelante
gente que tiene oración, con hacerlos entender mal de la humildad,
haciendo que nos parezca soberbia tener grandes deseos y querer
imitar a los santos y desear ser mártires. Luego nos dice o hace
entender que las cosas de los santos son para admirar, mas no
para hacerlas los que somos pecadores.
Esto también lo digo yo; mas hemos de mirar cuál es de espantar y
cuál de imitar. Porque no sería bien si una persona flaca y enferma
se pusiese en muchos ayunos y penitencias ásperas, yéndose a un
desierto adonde ni pudiese dormir ni tuviese qué comer, o casas
semejantes. Mas pensar que nos podemos esforzar con el favor de
Dios a tener un gran desprecio de mundo, un no estimar honra, un
no estar atado a la hacienda; que tenemos unos corazones tan
apretados, que parece nos ha de faltar la tierra en queriéndonos
descuidar un poco del cuerpo y dar al espíritu; luego parece ayuda
al recogimiento tener muy bien lo que es menester, porque los
cuidados inquietan a la oración.
De esto me pesa a mí, que tengamos tan poca confianza de Dios y
tanto amor propio, que nos inquiete ese cuidado. Y es así que
adonde está tan poco medrado el espíritu como esto, unas naderías
nos dan tan gran trabajo como a otros cosas grandes y de mucho
tomo. ¡Y en nuestro seso presumimos de espirituales!
 
5. Paréceme ahora a mí esta manera de caminar un querer
concertar cuerpo y alma para no perder acá el descanso y gozar
allá de Dios. Y así será ello si se anda en justicia y vamos asidos a
virtud. Mas es paso de gallina. Nunca con él se llegará a la libertad
de espíritu. Manera de proceder muy buena me parece para estado,
de casados, que han de ir conforme a su llamamiento; mas para
otro estado, en ninguna manera deseo tal manera de aprovechar ni
me harán creer es buena, porque la he probado, y siempre me
estuviera así si el Señor por su bondad no me enseñara otro atajo.
 
6. Aunque en esto de deseos siempre los tuve grandes, mas
procuraba esto que he dicho: tener oración, mas vivir a mi placer.
Creo si hubiera quien me sacara a volar, más me hubiera puesto en
que estos deseos fueran con obra. Mas hay -por nuestros pecados-
tan pocos, tan contados, que no tengan discreción demasiada en
este caso, que creo es harta causa para que los que comienzan no
vayan más presto a gran perfección. Porque el Señor nunca falta ni
queda por El; nosotros somos los faltos y miserables.
 
7. También se pueden imitar los santos en procurar soledad y
silencio y otras muchas virtudes, que no nos matarán estos negros
cuerpos que tan concertadamente se quieren llevar para
desconcertar el alma, y el demonio ayuda mucho a hacerlos
inhábiles, cuando ve un poco de temor; no quiere él más para
hacernos entender que todo nos ha de matar y quitar la salud; hasta
tener lágrimas nos hace temer de cegar. He pasado por esto y por
eso lo sé; y no sé yo qué mejor vista ni salud podemos desear que
perderla por tal causa.
Como soy tan enferma, hasta que me determiné en no hacer caso
del cuerpo ni de la salud, siempre estuve atada, sin valer nada; y
ahora hago bien poco. Mas como quiso Dios entendiese este ardid
del demonio, y como me ponía delante el perder la salud, decía yo:
«poco va en que me muera»; si el descanso: «no he ya menester
descanso, sino cruz»; así otras cosas. Vi claro que en muy muchas,
aunque yo de hecho soy harto enferma, que era tentación del
demonio o flojedad mía; que después que no estoy tan mirada y
regalada, tengo mucha más salud.
Así que va mucho a los principios de comenzar oración a no
amilanar los pensamientos, y créanme esto, porque lo tengo por
experiencia. Y para que escarmienten en mí, aun podría aprovechar
decir estas mis faltas.
 
8. Otra tentación es luego muy ordinaria, que es desear que todos
sean muy espirituales, como comienzan a gustar del sosiego y
ganancia que es. El desearlo no es malo; el procurarlo podría ser
no bueno, si no hay mucha discreción y disimulación en hacerse de
manera que no parezca enseñan; porque quien hubiere de hacer
algún provecho en este caso, es menester que tenga las virtudes
muy fuertes para que no dé tentación a los otros.
Acaecióme a mí -y por eso lo entiendo- cuando, como he dicho,
procuraba que otras tuviesen oración, que, como por una parte me
veían hablar grandes cosas del gran bien que era tener oración, y
por otra parte me veían con gran pobreza de virtudes, tenerla yo
traíalas tentadas y desatinadas; y ¡con harta razón!, que después
me lo han venido a decir, porque no sabían cómo se podía
compadecer lo uno con lo otro; y era causa de no tener por malo lo
que de suyo lo era, por ver que lo hacía yo algunas veces, cuando
les parecía algo bien de mí.
 
9. Y esto hace el demonio, que parece se ayuda de las virtudes que
tenemos buenas para autorizar en lo que puede el mal que
pretende, que, por poco que sea, cuando es en una comunidad,
debe ganar mucho; cuánto más que lo que yo hacía malo era muy
mucho. Y así, en muchos años solas tres se aprovecharon de lo
que les decía, y después que ya el Señor me había dado más
fuerzas en la virtud, se aprovecharon en dos o tres años muchas,
como después diré.
Y, sin esto, hay otro gran inconveniente, que es perder el alma;
porque lo más que hemos de procurar al principio es sólo tener
cuidado de sí sola, y hacer cuenta que no hay en la tierra sino Dios
y ella; y esto es lo que le conviene mucho.
 
10. Da otra tentación (y todas van con un celo de virtud que es
menester entenderse y andar con cuidado) de pena de los pecados
y faltas que ven en los otros: pone el demonio que es sólo la pena
de querer que no ofendan a Dios y pesarle por su honra, y luego
querrían remediarlo. Inquieta esto tanto, que impide la oración; y el
mayor daño es pensar que es virtud y perfección y gran celo de
Dios.
Dejo las penas que dan pecados públicos -si los hubiese en
costumbre- de una congregación, o daños de la Iglesia de estas
herejías, adonde vemos perder tantas almas; que ésta es muy
buena, y como lo es buena, no inquieta. Pues lo seguro será del
alma que tuviere oración descuidarse de todo y de todos, y tener
cuenta consigo y con contentar a Dios. Esto conviene muy mucho,
porque ¡si hubiese de decir los yerros que he visto suceder fiando
en la buena intención!….
Pues procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que
viéremos en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes
pecados. Es una manera de obrar que, aunque luego no se haga
con perfección, se viene a ganar una gran virtud, que es tener a
todos por mejores que nosotros, y comiénzase a ganar por aquí con
el favor de Dios, que es menester en todo y, cuando falta,
excusadas son las diligencias, y suplicarle nos dé esta virtud, que
con que las hagamos no falta a nadie.
 
11. Miren también este aviso los que discurren mucho con el
entendimiento, sacando muchas cosas de una cosa y muchos
conceptos; que de los que no pueden obrar con él, como yo hacía,
no hay que avisar, sino que tengan paciencia, hasta que el Señor
les dé en qué se ocupen y luz, pues ellos pueden tan poco por sí,
que antes los embaraza su entendimiento que los ayuda.
Pues tornando a los que discurren, digo que no se les vaya todo el
tiempo en esto; porque, aunque es muy meritorio, no les parece
como es oración sabrosa- que ha de haber día de domingo, ni rato
que no sea trabajar. Luego les parece es perdido el tiempo, y tengo
yo por muy ganada esta pérdida; sino que -como he dicho- se
representen delante de Cristo, y sin cansancio del entendimiento se
estén hablando y regalando con El, sin cansarse en componer
razones, sino presentar necesidades y la razón que tiene para no
nos sufrir allí: lo uno un tiempo, y lo otro otro, porque no se canse el
alma de comer siempre un manjar. Estos son muy gustosos y
provechosos, si el gusto se usa a comer de ellos; traen consigo
gran sustentamiento para dar vida al alma, y muchas ganancias.
 
12. Quiérome declarar más, porque estas cosas de oración todas
son dificultosas y, si no se halla maestro, muy malas de entender; y
esto hace que, aunque quisiera abreviar y bastaba para el
entendimiento bueno de quien me mandó escribir estas cosas de
oración sólo tocarlas, mi torpeza no da lugar a decir y dar a
entender en pocas palabras cosa que tanto importa declararla bien;
que como yo pasé tanto, he lástima a los que comienzan con solos
libros, que es cosa extraña cuán diferentemente se entiende de lo
que después de experimentado se ve.
Pues tornando a lo que decía, ponémonos a pensar un paso de la
Pasión, digamos el de cuando estaba el Señor a la columna: anda
el entendimiento buscando las causas que allí da a entender, los
dolores grandes y pena que Su Majestad tendría en aquella soledad
y otras muchas cosas que, si el entendimiento es obrador, podrá
sacar de aquí. ¡Oh que si es letrado!…. Es el modo de oración en
que han de comenzar y demediar y acabar todos, y muy excelente y
seguro camino, hasta que el Señor los lleve a otras cosas
sobrenaturales.
 
13. Digo «todos», porque hay muchas almas que aprovechan más
en otras meditaciones que en la de la sagrada Pasión; que así
como hay muchas moradas en el cielo, hay muchos caminos.
Algunas personas aprovechan considerándose en el infierno, y
otras en el cielo y se afligen en pensar en el infierno, otras en la
muerte. Algunas, si son tiernas de corazón, se fatigan mucho de
pensar siempre en la Pasión, y se regalan y aprovechan en mirar el
poder y grandeza de Dios en las criaturas y el amor que nos tuvo,
que en todas las cosas se representa, y es admirable manera de
proceder, no dejando muchas veces la Pasión y vida de Cristo, que
es de donde nos ha venido y viene todo el bien.
 
14. Ha menester aviso el que comienza, para mirar en lo que
aprovecha más. Para esto es muy necesario el maestro, si es
experimentado; que si no, mucho puede errar y traer un alma sin
entenderla ni dejarla a sí misma entender; porque, como sabe que
es gran mérito estar sujeta a maestro, no osa salir de lo que le
manda. Yo he topado almas acorraladas y afligidas por no tener
experiencia quien las enseñaba, que me hacían lástima, y alguna
que no sabía ya qué hacer de sí; porque, no entendiendo el espíritu,
afligen alma y cuerpo, y estorban el aprovechamiento. Una trató
conmigo, que la tenía el maestro atada ocho años había a que no la
dejaba salir de propio conocimiento, y teníala ya el Señor en
oración de quietud, y así pasaba mucho trabajo.
 
15. Y aunque esto del conocimiento propio jamás se ha de dejar, ni
hay alma, en este camino, tan gigante que no haya menester
muchas veces tornar a ser niño y a mamar (y esto jamás se olvide,
quizás lo diré más veces, porque importa mucho); porque no hay
estado de oración tan subido, que muchas veces no sea necesario
tornar al principio, y en esto de los pecados y conocimiento propio,
es el pan con que todos los manjares se han de comer, por
delicados que sean, en este camino de oración, y sin este pan no
se podrían sustentar; mas hase de comer con tasa, que después
que un alma se ve ya rendida y entiende claro no tiene cosa buena
de sí y se ve avergonzada delante de tan gran Rey y ve lo poco que
le paga lo mucho que le debe, ¿qué necesidad hay de gastar el
tiempo aquí?, sino irnos a otras cosas que el Señor pone delante y
no es razón las dejemos, que Su Majestad sabe mejor que nosotros
de lo que nos conviene comer.
 
16. Así que importa mucho ser el maestro avisado -digo de buen
entendimiento- y que tenga experiencia. Si con esto tiene letras, es
grandísimo negocio. Mas si no se pueden hallar estas tres cosas
juntas, las dos primeras importan más; porque letrados pueden
procurar para comunicarse con ellos cuando tuvieren necesidad.
Digo que a los principios, si no tienen oración, aprovechan poco
letras; no digo que no traten con letrados, porque espíritu que no
vaya comenzado en verdad yo más le querría sin oración; y es gran
cosa letras, porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos y
nos dan luz y, llegados a verdades de la Sagrada Escritura,
hacemos lo que debemos: de devociones a bobas nos libre Dios.
 
17. Quiérome declarar más, que creo me meto en muchas cosas.
Siempre tuve esta falta de no me saber dar a entender -como he
dicho- sino a costa de muchas palabras. Comienza una monja a
tener oración; si un simple la gobierna y se le antoja, harála
entender que es mejor que le obedezca a él que a su superior, y sin
malicia suya, sino pensando acierta; porque si no es de religión,
parecerle ha es así. Y si es mujer casada, dirála que es mejor,
cuando ha de entender en su casa, estarse en oración, aunque
descontente a su marido. Así que no sabe ordenar el tiempo ni las
cosas para que vayan conforme a verdad. Por faltarle a él la luz, no
la da a los otros aunque quiere. Y aunque para esto parece no son
menester letras, mi opinión ha sido siempre y será que cualquier
cristiano procure tratar con quien las tenga buenas, si puede, y
mientras más, mejor; y los que van por camino de oración tienen de
esto mayor necesidad, y mientras más espirituales, más.
 
18. Y no se engañe con decir que letrados sin oración no son para
quien la tiene. Yo he tratado hartos, porque de unos años acá lo he
más procurado con la mayor necesidad, y siempre fui amiga de
ellos, que aunque algunos no tienen experiencia, no aborrecen al
espíritu ni le ignoran; porque en la Sagrada Escritura que tratan,
siempre hallan la verdad del buen espíritu. Tengo para mí que
persona de oración que trate con letrados, si ella no se quiere
engañar, no la engañará el demonio con ilusiones, porque creo
temen en gran manera las letras humildes y virtuosas, y saben
serán descubiertos y saldrán con pérdida.
 
19. He dicho esto porque hay opiniones de que no son letrados
para gente de oración, si no tienen espíritu. Ya dije es menester
espiritual maestro; mas si éste no es letrado, gran inconveniente es.
Y será mucha ayuda tratar con ellos, como sean virtuosos. Aunque
no tenga espíritu, me aprovechará, y Dios le dará a entender lo que
ha de enseñar y aun le hará espiritual para que nos aproveche. Y
esto no lo digo sin haberlo probado y acaecídome a mí con más de
dos. Digo que para rendirse un alma del todo a estar sujeta a solo
un maestro, que yerra mucho en no procurar que sea tal, si es
religioso, pues ha de estar sujeto a su prelado, que por ventura le
faltarán todas tres cosas -que no será pequeña cruz- sin que él de
su voluntad sujete su entendimiento a quien no le tenga bueno. Al
menos esto no lo he yo podido acabar conmigo ni me parece
conviene. Pues si es seglar, alabe a Dios que puede escoger a
quien ha de estar sujeto, y no pierda esta tan virtuosa libertad;
antes esté sin ninguno hasta hallarle, que el Señor se le dará, como
vaya fundado todo en humildad y con deseo de acertar. Yo le alabo
mucho, y las mujeres y los que no saben letras le habíamos
siempre de dar infinitas gracias, porque haya quien con tantos
trabajos haya alcanzado la verdad que los ignorantes ignoramos.
 
20. Espántanme muchas veces letrados, religiosos en especial, con
el trabajo que han ganado lo que sin ninguno, más que preguntarlo,
me aproveche a mí. ¡Y que haya personas que no quieran
aprovecharse de esto! ¡No plega a Dios! Véolos sujetos a los
trabajos de la religión, que son grandes, con penitencias y mal
comer, sujetos a la obediencia, que algunas veces me es gran
confusión, cierto; con esto, mal dormir, todo trabajo, todo cruz.
Paréceme sería gran mal que tanto bien ninguno por su culpa lo
pierda. Y podrá ser que pensemos algunos que estamos libres de
estos trabajos, y nos lo dan guisado, como dicen, y viviendo a
nuestro placer, que por tener un poco de más oración nos hemos
de aventajar a tantos trabajos.
 
21. ¡Bendito seáis vos, Señor, que tan inhábil y sin provecho me
hicisteis! Mas aláboos muy mucho, porque despertáis a tantos que
nos despierten. Había de ser muy continua nuestra oración por
estos que nos dan luz. ¿Qué seríamos sin ellos entre tan grandes
tempestades como ahora tiene la Iglesia? Si algunos ha habido
ruines, más resplandecerán los buenos. Plega al Señor los tenga de
su mano y los ayude para que nos ayuden, amén.
22. Mucho he salido de propósito de lo que comencé a decir; mas
todo es propósito para los que comienzan, que comiencen camino
tan alto de manera que vayan puestos en verdadero camino. Pues
tornando a lo que decía de pensar a Cristo a la columna, es bueno
discurrir un rato y pensar las penas que allí tuvo y por qué las tuvo y
quién es el que las tuvo y el amor con que las pasó. Mas que no se
canse siempre en andar a buscar esto, sino que se esté allí con El,
acallado el entendimiento. Si pudiere, ocuparle en que mire que le
mira, y le acompañe y hable y pida y se humille y regale con El, y
acuerde que no merecía estar allí. Cuando pudiere hacer esto,
aunque sea al principio de comenzar oración, hallará grande
provecho, y hace muchos provechos esta manera de oración; al
menos hallóle mi alma.
No sé si acierto a decirlo. Vuestra merced lo verá. Plega al Señor
acierte a contentarle siempre, amén.
 
 
 
CAPÍTULO 14
Comienza a declarar el segundo grado de oración, que es ya dar el
Señor al alma a sentir gustos más particulares. – Decláralo para dar
a entender cómo son ya sobrenaturales. – Es harto de notar.
 
1. Pues ya queda dicho con el trabajo que se riega este vergel y
cuán a fuerza de brazos sacando el agua del pozo, digamos ahora
el segundo modo de sacar el agua que el Señor del huerto ordenó
para que con artificio de con un torno y arcaduces sacase el
hortelano más agua y a menos trabajo, y pudiese descansar sin
estar continuo trabajando.
Pues este modo, aplicado a la oración que llaman de quietud, es lo
que yo ahora quiero tratar.
 
2. Aquí se comienza a recoger el alma, toca ya aquí cosa
sobrenatural, porque en ninguna manera ella puede ganar aquello
por diligencias que haga. Verdad es que parece que algún tiempo
se ha cansado en andar el torno y trabajar con el entendimiento y
henchídose los arcaduces; mas aquí está el agua más alto y así se
trabaja muy menos que en sacarlo del pozo. Digo que está más
cerca el agua, porque la gracia dase más claramente a conocer al
alma.
Esto es un recogerse las potencias dentro de sí para gozar de aquel
contento con más gusto; mas no se pierden ni se duermen; sola la
voluntad se ocupa de manera que, sin saber cómo, se cautiva; sólo
da consentimiento para que la encarcele Dios, como quien bien
sabe ser cautivo de quien ama. ¡Oh Jesús y Señor mío! ¡qué nos
vale aquí vuestro amor!, porque éste tiene al nuestro tan atado que
no deja libertad para amar en aquel punto a otra cosa sino a Vos.
 
3. Las otras dos potencias ayudan a la voluntad para que vaya
haciéndose hábil para gozar de tanto bien, puesto que algunas
veces, aun estando unida la voluntad, acaece desayudar harto; mas
entonces no haga caso de ellas, sino estése en su gozo y quietud;
porque, si las quiere recoger, ella y ellas perderán, que son
entonces como unas palomas que no se contentan con el cebo que
les da el dueño del palomar sin trabajarlo ellas, y van a buscar de
comer por otras partes, y hallan tan mal que se tornan; y así van y
vienen a ver si les da la voluntad de lo que goza. Si el Señor quiere
echarles cebo, detiénense, y si no, tornan a buscar; y deben pensar
que hacen a la voluntad provecho, y a las veces en querer la
memoria o imaginación representarla lo que goza, la dañará. Pues
tenga aviso de haberse con ellas como diré.
 
4. Pues todo esto que pasa aquí es con grandísimo consuelo y con
tan poco trabajo, que no cansa la oración, aunque dure mucho rato;
porque el entendimiento obra aquí muy paso a paso y saca muy
mucha más agua que no sacaba del pozo. Las lágrimas que Dios
aquí da, ya van con gozo; aunque se sienten, no se procuran.
 
5. Este agua de grandes bienes y mercedes que el Señor da aquí,
hacen crecer las virtudes muy más sin comparación que en la
oración pasada, porque se va ya esta alma subiendo de su miseria
y dásele ya un poco de noticia de los gustos de la gloria. Esto creo
las hace más crecer y también llegar más cerca de la verdadera
virtud, de donde todas las virtudes vienen, que es Dios; porque
comienza Su Majestad a comunicarse a esta alma y quiere que
sienta ella cómo se le comunica.
Comiénzase luego, en llegando aquí, a perder la codicia de lo de
acá, ¡y pocas gracias! Porque ve claro que un momento de aquel
gusto no se puede haber acá, ni hay riquezas ni señoríos ni honras
ni deleites que basten a dar un cierra ojo y abre de este
contentamiento, porque es verdadero y contento que se ve que nos
contenta. Porque los de acá, por maravilla me parece entendemos
adónde está este contento, porque nunca falta un «sí-no». Aquí
todo es «sí» en aquel tiempo; el «no» viene después, por ver que
se acabó y que no lo puede tornar a cobrar ni sabe cómo; porque si
se hace pedazos a penitencias y oración y todas las demás cosas,
si el Señor no le quiere dar, aprovecha poco. Quiere Dios por su
grandeza que entienda esta alma que está Su Majestad tan cerca
de ella que ya no ha menester enviarle mensajeros, sino hablar ella
misma con El, y no a voces, porque está ya tan cerca que en
meneando los labios la entiende.
 
6. Parece impertinente decir esto, pues sabemos que siempre nos
entiende Dios y está con nosotros. En esto no hay que dudar que
es así, mas quiere este Emperador y Señor nuestro que
entendamos aquí que nos entiende, y lo que hace su presencia, y
que quiere particularmente comenzar a obrar en el alma, en la gran
satisfacción interior y exterior que la da, y en la diferencia que,
como he dicho, hay de este deleite y contento a los de acá, que
parece hinche el vacío que por nuestros pecados teníamos hecho
en el alma. Es en lo muy íntimo de ella esta satisfacción, y no sabe
por dónde ni cómo le vino, ni muchas veces sabe qué hacer ni qué
querer ni qué pedir. Todo parece lo halla junto y no sabe lo que ha
hallado, ni aun yo sé cómo darlo a entender, porque para hartas
cosas eran menester letras. Porque aquí viniera bien dar aquí a
entender qué es auxilio general o particular -que hay muchos que lo
ignoran-, y cómo este particular quiere el Señor aquí que casi le vea
el alma por vista de ojos, como dicen, y también para muchas cosas
que irán erradas. Mas, como lo han de ver personas que entiendan
si hay yerro, voy descuidada; porque así de letras como de espíritu
sé que lo puedo estar, yendo a poder de quien va, que entenderán
y quitarán lo que fuere mal.
 
7. Pues querría dar a entender esto, porque son principios, y
cuando el Señor comienza a hacer estas mercedes, la misma alma
no las entiende ni sabe qué hacer de sí. Porque, si la lleva Dios por
camino de temor, como hizo a mí, es gran trabajo, si no hay quien la
entienda; y esle gran gusto verse pintada, y entonces ve claro va
por allí. Y es gran bien saber lo que ha de hacer, para ir
aprovechando en cualquier estado de estos. Porque he yo pasado
mucho y perdido harto tiempo por no saber qué hacer y he gran
lástima a almas que se ven solas cuando llegan aquí; porque
aunque he leído muchos libros espirituales, aunque tocan en lo que
hace al caso, decláranse muy poco, y si no es alma muy ejercitada,
aun declarándose mucho, tendrá harto que hacer en entenderse.
8. Querría mucho el Señor me favoreciese para poner los efectos
que obran en el alma estas cosas, que ya comienzan a ser
sobrenaturales, para que se entienda por los efectos cuándo es
espíritu de Dios. Digo «se entienda», conforme a lo que acá se
puede entender, aunque siempre es bien andemos con temor y
recato; que, aunque sea de Dios, alguna vez podrá transfigurarse el
demonio en ángel de luz, y si no es alma muy ejercitada, no lo
entenderá: y tan ejercitada, que para entender esto es menester
llegar muy en la cumbre de la oración.
Ayúdame poco el poco tiempo que tengo, y así ha menester Su
Majestad hacerlo; porque he de andar con la comunidad y con otras
hartas ocupaciones (como estoy en casa que ahora se comienza,
como después se verá), y así es muy sin tener asiento lo que
escribo, sino a pocos a pocos, y esto quisiérale, porque cuando el
Señor da espíritu, pónese con facilidad y mejor: parece como quien
tiene un dechado delante, que está sacando aquella labor; mas si el
espíritu falta, no hay más concertar este lenguaje que si fuese
algarabía, a manera de decir, aunque hayan muchos años pasado
en oración. Y así me parece es grandísima ventaja, cuando lo
escribo estar en ello; porque veo claro no soy yo quien lo dice, que
ni lo ordeno con el entendimiento ni sé después cómo lo acerté a
decir. Esto me acaece muchas veces.
 
9. Ahora tornemos a nuestra huerta o vergel, y veamos cómo
comienzan estos árboles a empreñarse para florecer y dar después
fruto, y las flores y claveles lo mismo para dar olor. Regálame esta
comparación, porque muchas veces en mis principios (y plega al
Señor haya yo ahora comenzado a servir a Su Majestad; digo
«principio» de lo que diré de aquí adelante de mi vida) me era gran
deleite considerar ser mi alma un huerto y al Señor que se paseaba
en él. Suplicábale aumentase el olor de las florecitas de virtudes
que comenzaban, a lo que parecía, a querer salir y que fuese para
su gloria y las sustentase, pues yo no quería nada para mí, y
cortase las que quisiese, que ya sabía habían de salir mejores. Digo
«cortar», porque vienen tiempos en el alma que no hay memoria de
este huerto: todo parece está seco y que no ha de haber agua para
sustentarle, ni parece hubo jamás en el alma cosa de virtud. Pásase
mucho trabajo, porque quiere el Señor que le parezca al pobre
hortelano que todo el que ha tenido en sustentarle y regarle va
perdido. Entonces es el verdadero escardar y quitar de raíz las
hierbecillas -aunque sean pequeñas- que han quedado malas. Con
conocer no hay diligencia que baste si el agua de la gracia nos quita
Dios, y tener en poco nuestra nada, y aun menos que nada, gánase
aquí mucha humildad; tornan de nuevo a crecer las flores.
 
10. ¡Oh Señor mío y bien mío! ¡Que no puedo decir esto sin
lágrimas y gran regalo de mi alma! ¡Que queráis Vos, Señor, estar
así con nosotros, y estáis en el Sacramento (que con toda verdad
se puede creer, pues lo es, y con gran verdad podemos hacer esta
comparación), y si no es por nuestra culpa nos podemos gozar con
Vos, y que Vos os holgáis con nosotros, pues decís ser vuestro
deleite estar con los hijos de los hombres! ¡Oh Señor mío! ¿Qué es
esto? Siempre que oigo esta palabra me es gran consuelo, aun
cuando era muy perdida. ¿Es posible, Señor, que haya alma que
llegue a que Vos la hagáis mercedes semejantes y regalos, y a
entender que Vos os holgáis con ella, que os torne a ofender
después de tantos favores y tan grandes muestras del amor que la
tenéis, que no se puede dudar, pues se ve clara la obra?
Sí hay, por cierto, y no una vez sino muchas, que soy yo. Y plega a
vuestra bondad, Señor, que sea yo sola la ingrata y la que haya
hecho tan gran maldad y tenido tan excesiva ingratitud: porque aun
ya de ella algún bien ha sacado vuestra infinita bondad; y mientras
mayor mal, más resplandece el gran bien de vuestras misericordias.
¡Y con cuánta razón las puedo yo para siempre cantar!.
 
11. Suplícoos yo, Dios mío, sea así y las cante yo sin fin, ya que
habéis tenido por bien de hacerlas tan grandísimas conmigo, que
espantan los que las ven y a mí me saca de mí muchas veces, para
poderos mejor alabar a Vos. Que estando en mí, sin Vos, no podría,
Señor mío, nada, sino tornar a ser cortadas estas flores de este
huerto, de suerte que esta miserable tierra tornase a servir de
muladar como antes. No lo permitáis, Señor, ni queráis se pierda
alma que con tantos trabajos comprasteis y tantas veces de nuevo
la habéis tornado a rescatar y quitar de los dientes del espantoso
dragón.
 
12. Vuestra merced me perdone, que salgo de propósito; y como
hablo a mi propósito, no se espante, que es como toma el alma lo
que se escribe, que a las veces hace harto de dejar de ir adelante
en alabanzas de Dios, como se le representa, escribiendo, lo
mucho que le debe. Y creo no le hará a vuestra merced mal gusto,
porque entrambos, me parece, podemos cantar una cosa, aunque
en diferente manera; porque es mucho más lo que yo debo a Dios,
porque me ha perdonado más, como vuestra merced sabe.
 
 
 
CAPÍTULO 15
Prosigue en la misma materia y da algunos avisos de cómo se han
de haber en esta oración de quietud. – Trata de cómo hay muchas
almas que lleguen a tener esta oración y pocas que pasen adelante.
Son muy necesarias y provechosas las cosas que aquí se tocan.
 
1. Ahora tornemos al propósito. Esta quietud y recogimiento del
alma es cosa que se siente mucho en la satisfacción y paz que en
ella se pone, con grandísimo contento y sosiego de las potencias y
muy suave deleite. Parécele -como no ha llegado a más- que no le
queda qué desear y que de buena gana diría con San Pedro que
fuese allí su morada. No osa bullirse ni menearse, que de entre las
manos le parece se le ha de ir aquel bien; ni resolgar algunas veces
no querría. No entiende la pobrecita que, pues ella por sí no pudo
nada para traer a sí aquel bien, que menos podrá detenerle más de
lo que el Señor quisiere.
Ya he dicho que en este primer recogimiento y quietud no faltan las
potencias del alma, mas está tan satisfecha con Dios que mientras
aquello dura, aunque las dos potencias se desbaraten, como la
voluntad está unida con Dios, no se pierde la quietud y el sosiego,
antes ella poco a poco torna a recoger el entendimiento y memoria.
Porque, aunque ella aún no está de todo punto engolfada, está tan
bien ocupada sin saber cómo, que por mucha diligencia que ellas
pongan, no la pueden quitar su contento y gozo, antes muy sin
trabajo se va ayudando para que esta centellica de amor de Dios no
se apague.
 
2. Plega a Su Majestad me dé gracia para que yo dé esto a
entender bien, porque hay muchas, muchas almas que llegan a
este estado y pocas las que pasan adelante, y no sé quién tiene la
culpa. A buen seguro que no falta Dios, que ya que Su Majestad
hace merced que llegue a este punto, no creo cesará de hacer
muchas más, si no fuese por nuestra culpa. Y va mucho en que el
alma que llega aquí conozca la dignidad grande en que está y la
gran merced que le ha hecho el Señor y cómo de buena razón no
había de ser de la tierra, porque ya parece la hace su bondad
vecina del cielo, si no queda por su culpa; y desventurada será si
torna atrás. Yo pienso será para ir hacia abajo, como yo iba, si la
misericordia del Señor no me tornara. Porque, por la mayor parte,
será por graves culpas, a mi parecer, ni es posible dejar tan gran
bien sin gran ceguedad de mucho mal.
3. Y así ruego yo, por amor del Señor, a las almas a quien Su
Majestad ha hecho tan gran merced de que lleguen a este estado,
que se conozcan y tengan en mucho, con una humilde y santa
presunción para no tornar a las ollas de Egipto Y si por su flaqueza
y maldad y ruin y miserable natural cayeren, como yo hice, siempre
tengan delante el bien que perdieron, y tengan sospecha y anden
con temor (que tienen razón de tenerle) que, si no tornan a la
oración, han de ir de mal en peor. Que ésta llamo yo verdadera
caída, la que aborrece el camino por donde ganó tanto bien, y con
estas almas hablo; que no digo que no han de ofender a Dios y caer
en pecados, aunque sería razón se guardase mucho de ellos quien
ha comenzado a recibir estas mercedes, mas somos miserables. Lo
que aviso mucho es que no deje la oración, que allí entenderá lo
que hace y ganará arrepentimiento del Señor y fortaleza para
levantarse; y crea que, si de ésta se aparta, que lleva, a mi parecer,
peligro. No sé si entiendo lo que digo, porque -como he dicho- juzgo
por mí…
 
4. Es, pues, esta oración una centellica que comienza el Señor a
encender en el alma del verdadero amor suyo, y quiere que el alma
vaya entendiendo qué cosa es este amor con regalo, esta quietud y
recogimiento y centellica, si es espíritu de Dios y no gusto dado del
demonio o procurado por nosotros. Aunque a quien tiene
experiencia es imposible no entender luego que no es cosa que se
puede adquirir, sino que este natural nuestro es tan ganoso de
cosas sabrosas que todo lo prueba. Mas quédase muy en frío bien
en breve, porque, por mucho que quiera comenzar a hacer arder el
fuego para alcanzar este gusto, no parece sino que le echa agua
para matarle. Pues esta centellica puesta por Dios, por pequeñita
que es, hace mucho ruido, y si no la mata por su culpa, ésta es la
que comienza a encender el gran fuego que echa llamas de sí,
como diré en su lugar, del grandísimo amor de Dios que hace Su
Majestad tengan las almas perfectas.
 
5. Es esta centella una señal o prenda que da Dios a esta alma de
que la escoge ya para grandes cosas, si ella se apareja para
recibirlas. Es gran don, mucho más de lo que yo podré decir.
Esme gran lástima, porque -como digo- conozco muchas almas que
llegan aquí, y que pasen de aquí como han de pasar, son tan
pocas, que se me hace vergüenza decirlo. No digo yo que hay
pocas, que muchas debe haber, que por algo nos sustenta Dios.
Digo lo que he visto. Querríalas mucho avisar que miren no
escondan el talento, pues que parece las quiere Dios escoger para
provecho de otras muchas, en especial en estos tiempos que son
menester amigos fuertes de Dios para sustentar los flacos. Y los
que esta merced conocieren en sí, ténganse por tales, si saben
responder con las leyes que aun la buena amistad del mundo pide;
y si no -como he dicho-, teman y hayan miedo no se hagan a sí mal
y ¡plega a Dios sea a sí solos!
 
6. Lo que ha de hacer el alma en los tiempos de esta quietud, no es
más de con suavidad y sin ruido. Llamo «ruido» andar con el
entendimiento buscando muchas palabras y consideraciones para
dar gracias de este beneficio y amontonar pecados suyos y faltas
para ver que no lo merece. Todo esto se mueve aquí, y representa
el entendimiento, y bulle la memoria, que cierto estas potencias a
mí me cansan a ratos, que con tener poca memoria no la puedo
sojuzgar. La voluntad, con sosiego y cordura, entienda que no se
negocia bien con Dios a fuerza de brazos, y que éstos son unos
leños grandes puestos sin discreción para ahogar esta centella, y
conózcalo y con humildad diga: «Señor, ¿qué puedo yo aquí? ¿Qué
tiene que ver la sierva con el Señor, y la tierra con el cielo?», o
palabras que se ofrecen aquí de amor, fundada mucho en conocer
que es verdad lo que dice, y no haga caso del entendimiento, que
es un moledor. Y si ella le quiere dar parte de lo que goza, o trabaja
por recogerle, que muchas veces se verá en esta unión de la
voluntad y sosiego, y el entendimiento muy desbaratado, y vale más
que le deje que no que vaya ella tras él, digo la voluntad, sino
estése ella gozando de aquella merced y recogida como sabia
abeja; porque si ninguna entrase en la colmena, sino que por
traerse unas a otras se fuesen todas, mal se podría labrar la miel.
 
7. Así que perderá mucho el alma si no tiene aviso en esto; en
especial si es el entendimiento agudo, que cuando comienza a
ordenar pláticas y buscar razones, en tantito, si son bien dichas,
pensará hace algo. La razón que aquí ha de haber es entender
claro que no hay ninguna para que Dios nos haga tan gran merced,
sino sola su bondad, y ver que estamos tan cerca, y pedir a Su
Majestad mercedes y rogarle por la Iglesia y por los que se nos han
encomendado y por las ánimas de purgatorio, no con ruido de
palabras, sino con sentimiento de desear que nos oiga. Es oración
que comprende mucho y se alcanza más que por mucho relatar el
entendimiento. Despierte en sí la voluntad algunas razones que de
la misma razón se representarán de verse tan mejorada, para avivar
este amor, y haga algunos actos amorosos de qué hará por quien
tanto debe, sin -como he dicho- admitir ruido del entendimiento a
que busque grandes cosas. Más hacen aquí al caso unas pajitas
puestas con humildad (y menos serán que pajas, si las ponemos
nosotros) y más le ayudan a encender, que no mucha leña junta de
razones muy doctas, a nuestro parecer, que en un credo la
ahogarán.
Esto es bueno para los letrados que me lo mandan escribir; porque,
por la bondad de Dios, todos llegan aquí, y podrá ser se les vaya el
tiempo en aplicar Escrituras. Y aunque no les dejarán de
aprovechar mucho las letras antes y después, aquí en estos ratos
de oración poca necesidad hay de ellas, a mi parecer, si no es para
entibiar la voluntad; porque el entendimiento está entonces, de
verse cerca de la luz, con grandísima claridad, que aun yo, con ser
la que soy, parezco otra.
 
8. Y es así que me ha acaecido estando en esta quietud, con no
entender casi cosa que rece en latín, en especial del Salterio, no
sólo entender el verso en romance, sino pasar adelante en
regalarme de ver lo que el romance quiere decir.
Dejemos si hubiesen de predicar o enseñar, que entonces bien es
ayudarse de aquel bien para ayudar a los pobres de poco saber,
como yo, que es gran cosa la caridad y este aprovechar almas
siempre, yendo desnudamente por Dios.
Así que en estos tiempos de quietud, dejar descansar el alma con
su descanso. Quédense las letras a un cabo. Tiempo vendrá que
aprovechen al Señor y las tengan en tanto, que por ningún tesoro
quisieran haberlas dejado de saber, sólo para servir a Su Majestad,
porque ayudan mucho. Mas delante de la Sabiduría infinita,
créanme que vale más un poco de estudio de humildad y un acto de
ella, que toda la ciencia del mundo. Aquí no hay que argüir, sino
que conocer lo que somos con llaneza, y con simpleza
representarnos delante de Dios, que quiere se haga el alma boba,
como a la verdad lo es delante de su presencia, pues Su Majestad
se humilla tanto que la sufre cabe sí siendo nosotros lo que somos.
 
9. También se mueve el entendimiento a dar gracias muy
compuestas; mas la voluntad, con sosiego, con un no osar alzar los
ojos con el publicano, hace más hacimiento de gracias que cuanto
el entendimiento, con trastornar la retórica, por ventura puede
hacer. En fin, aquí no se ha de dejar del todo la oración mental ni
algunas palabras aun vocales, si quisieren alguna vez o pudieren;
porque, si la quietud es grande, puédese mal hablar, si no es con
mucha pena.
Siéntese, a mi parecer, cuándo es espíritu de Dios, o procurado de
nosotros con comienzo de devoción que da Dios y queremos -como
he dicho- pasar nosotros a esta quietud de la voluntad: no hace
efecto ninguno, acábase presto, deja sequedad.
 
10. Si es del demonio, alma ejercitada paréceme lo entenderá;
porque deja inquietud y poca humildad y poco aparejo para los
efectos que hace el de Dios. No deja luz en el entendimiento ni
firmeza en la verdad. Puede hacer aquí poco daño o ninguno, si el
alma endereza su deleite y suavidad, que allí siente, a Dios, y poner
en El sus pensamientos y deseos, como queda avisado; no puede
ganar nada el demonio, antes permitirá Dios que con el mismo
deleite que causa en el alma pierda mucho; porque éste ayudará a
que el alma, como piense que es Dios, venga muchas veces a la
oración con codicia de El; y si es alma humilde y no curiosa ni
interesal de deleites, aunque sean espirituales, sino amiga de cruz,
hará poco caso del gusto que da el demonio; lo que no podrá así
hacer si es espíritu de Dios, sino tenerlo en muy mucho. Mas cosa
que pone el demonio, como él es todo mentira, con ver que el alma
con el gusto y deleite se humilla (que en esto ha de tener mucho: en
todas las cosas de oración y gustos procurar salir humilde), no
tornará muchas veces el demonio, viendo su pérdida.
 
11. Por esto y por otras muchas cosas, avisé yo en el primer modo
de oración, en la primera agua, que es gran negoción comenzar las
almas oración comenzándose a desasir de todo género de
contentos, y entrar determinadas a sólo ayudar a llevar la cruz a
Cristo, como buenos caballeros que sin sueldo quieren servir a su
rey, pues le tienen bien seguro. Los ojos en el verdadero y perpetuo
reino que pretendemos ganar. Es muy gran cosa traer esto siempre
delante, en especial en los principios; que después tanto se ve
claro, que antes es menester olvidarlo para vivir, que procurarlo:
traer a la memoria lo poco que dura todo y cómo no es todo nada y
en lo nonada que se ha de estimar el descanso.
 
12. Parece que esto es cosa muy baja, y así es verdad, que los que
están adelante en más perfección tendrían por afrenta y entre sí se
correrían si pensasen que porque se han de acabar los bienes de
este mundo los dejan, sino que, aunque durasen para siempre, se
alegran de dejarlos por Dios. Y mientras más perfectos fueren, más;
y mientras más duraren, más. Aquí en estos está ya crecido el
amor, y él es el que obra. Mas a los que comienzan esles cosa
importantísima, y no lo tengan por bajo, que es gran bien el que se
gana, y por eso lo aviso tanto; que les será menester, aun a los muy
encumbrados en oración, algunos tiempos que los quiere Dios
probar, y parece que Su Majestad los deja. Que, como ya he dicho
y no querría esto se olvidase, en esta vida que vivimos no crece el
alma como el cuerpo, aunque decimos que sí, y de verdad crece.
Mas un niño, después que crece y echa gran cuerpo y ya le tiene de
hombre, no torna a descrecer y a tener pequeño cuerpo; acá quiere
el Señor que sí, a lo que yo he visto por mí, que no lo sé por más.
Debe ser por humillarnos para nuestro gran bien y para que no nos
descuidemos mientras estuviéremos en este destierro, pues el que
más alto estuviere, más se ha de temer y fiar menos de sí. Vienen
veces que es menester, para librarse de ofender a Dios estos que
ya están tan puesta su voluntad en la suya, que por no hacer una
imperfección se dejarían atormentar y pasarían mil muertes, que
para no hacer pecados -según se ven combatidos de tentaciones y
persecuciones- sea menester aprovecharse de las primeras armas
de la oración y tornen a pensar que todo se acaba y que hay cielo e
infierno y otras cosas de esta suerte.
 
13. Pues tornando a lo que decía, gran fundamento es, para librarse
de los ardides y gustos que da el demonio, el comenzar con
determinación de llevar camino de cruz desde el principio y no los
desear, pues el mismo Señor mostró ese camino de perfección
diciendo: Toma tu cruz y sígueme. El es nuestro dechado; no hay
que temer quien por sólo contentarle siguiere sus consejos.
 
14. En el aprovechamiento que vieren en sí entenderán que no es
demonio; que, aunque tornen a caer, queda una señal de que
estuvo allí el Señor, que es levantarse presto, y éstas que ahora
diré: cuando es espíritu de Dios, no es menester andar rastreando
cosas para sacar humildad y confusión, porque el mismo Señor la
da de manera bien diferente de la que nosotros podemos ganar con
nuestras consideracioncillas, que no son nada en comparación de
una verdadera humildad con luz que enseña aquí el Señor, que
hace una confusión que hace deshacer. Esto es cosa muy
conocida, el conocimiento que da Dios para que conozcamos que
ningún bien tenemos de nosotros, y mientras mayores mercedes,
más. Pone un gran deseo de ir adelante en la oración y no la dejar por
ninguna cosa de trabajo que le pudiese suceder, a todo se ofrece una seguridad, con humildad y temor, de que ha de salvarse, echa luego el temor servil del alma y pónele el fiel temor muy más crecido, ve que se le comienza un amor con Dios muy sin interés suyo,desea ratos de soledad para gozar más de aquel bien.
 
15. En fin, por no me cansar, es un principio de todos los bienes,
un estar ya las flores en término que no les falta casi nada para
brotar. Y esto verá muy claro el alma, y en ninguna manera por
entonces se podrá determinar a que no estuvo Dios con ella, hasta
que se torna a ver con quiebras e imperfecciones, que entonces
todo lo teme. Y es bien que tema. Aunque almas hay que les
aprovecha más creer cierto que es Dios, que todos los temores que
la puedan poner; porque, si de suyo es amorosa y agradecida, más
la hace tornar a Dios la memoria de la merced que la hizo, que
todos los castigos del infierno que la representen. Al menos la mía,
aunque tan ruin, esto me acaecía.
16. Porque las señales del buen espíritu se irán diciendo, mas como
a quien le cuestan muchos trabajos sacarlas en limpio, no las digo
ahora aquí. Creo, con el favor de Dios, en esto atinaré algo; porque,
dejado la experiencia en que he mucho entendido, sélo de algunos
letrados muy letrados y personas muy santas, a quien es razón se
dé crédito, y no anden las almas tan fatigadas, cuando llegaren aquí
por la bondad del Señor, como yo he andado.

 

 

2 comentarios:


  1. algunos


    letrados muy letrados y personas muy santas, a quien es razón se


    dé crédito, y no anden las almas tan fatigadas, cuando llegaren aquí


    por la bondad del Señor, como yo he andado.

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  2. Aunque recibe muchas visiones y experiencias místicas elevadas, es una visión muy viva y terrible del infierno la que le produce el anhelo de querer vivir su entrega religiosa con todo su rigor y perfección, llevándola a la reforma del Carmelo y la primera fundación.

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