jueves, 15 de octubre de 2015

MUY TRISTE

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Ellos los mataron y vosotros edificáis sus sepulcros.

Contemplar el Evangelio de hoy

 

 

Texto del Evangelio (Lc 11,47-54): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron!

Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis sus sepulcros.

Por eso dijo la Sabiduría de Dios: ‘Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán’, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario.

Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación. ¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido».

Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca.

«¡(...) edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron!»
 
Hoy, se nos plantea el sentido, aceptación y trato dado a los profetas: «Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán» (Lc 11,49).
 
Son personas de cualquier condición social o religiosa, que han recibido el mensaje divino y se han impregnado de él; impulsados por el Espíritu, lo expresan con signos o palabras comprensibles para su tiempo.
 
Es un mensaje transmitido mediante discursos, nunca halagadores, o acciones, casi siempre difíciles de aceptar.
 
Una característica de la profecía es su incomodidad.
 
El don resulta molesto para quien lo recibe, pues le escuece internamente, y es incómodo para su entorno, que hoy, gracias a Internet o los satélites, puede extenderse a todo el mundo.

Los contemporáneos del profeta pretenden condenarlo al silencio, lo calumnian, lo desacreditan, así hasta que muere. Llega entonces el momento de erigirle el sepulcro y de organizarle homenajes, cuando ya no molesta.
 
No faltan actualmente profetas que gozan de fama universal. La Madre Teresa, Juan XXIII, Monseñor Romero... ¿Nos acordamos de lo que reclamaban y nos exigían?, ¿ponemos en práctica lo que nos hicieron ver?
 
A nuestra generación se le pedirá cuentas de la capa de ozono que ha destruido, de la desertización que nuestro despilfarro de agua ha causado, pero también del ostracismo al que hemos reducido a nuestros profetas.

Todavía hay personas que se reservan para ellas el “derecho de saber en exclusiva”, que lo comparten —en el mejor de los casos— con los suyos, con aquellos que les permiten continuar aupados en sus éxitos y su fama.
 
Personas que cierran el paso a los que intentan entrar en los ámbitos del conocimiento, no sea que tal vez sepan tanto como ellos y los adelanten: «¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia!
 
No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido» (Lc 11,52).

Ahora, como en tiempos de Jesús, muchos analizan frases y estudian textos para desacreditar a los que incomodan con sus palabras: ¿es éste nuestro proceder? «No hay cosa más peligrosa que juzgar las cosas de Dios con los discursos humanos» (San Juan Crisóstomo).

miércoles, 14 de octubre de 2015

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ANTICIPO DE LA VIDA ETERNA


PRIMICIA DE LA VIDA ETERNA

 
 
 
 
 


Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén” (Ap 7,11-12)

 

 

En el tema anterior veíamos cómo el hombre, desde el principio, ha sido creado para adorar a Dios.
 
Pero la adoración del hombre a Dios durante su etapa terrena no es sino una sombra de loa adoración que le tributará eternamente.
 
En la tierra, cuando el hombre adora a Dios lo hace de modo imperfecto, limitado por su naturaleza pecadora, pero en el cielo ya no será así.
 
En la resurrección lo imperfecto y parcial darán paso a lo perfecto (cf.1 Co 13,10). Esta afirmación es aplicable también a la adoración.

 

Nuestra adoración, que ahora es hecha desde la fe, pasará a ser hecha desde la visión: “Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado todavía lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es” (1 Jn 3,2).

 

Nuestro escaso conocimiento de la adoración se convertirá en conocimiento profundo.
 
La palabra de Dios, refiriéndose a la vida eterna nos recuerda que “ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido” (1 Co 13,12).

 

El deseo de adorar a nuestro Señor será total, pues su presencia gloriosa además de la purificación total del pecado del hombre lo harán inevitable. 
 
Es lo que nos afirma Juan en el libro del Apocalipsis en relación a aquellos que han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero:  “Están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su Santuario” (Ap 7,15).

 

La llamada, el privilegio y el mandato que los hombres de todos los tiempos tenemos de adorar al Dios único y verdadero durante nuestra peregrinaje por este mundo nos sitúan en la antesala de la adoración eterna, son primicia de la adoración celestial, pues en el cielo, la adoración a Dios y al Cordero es la esencia misma de la vida celestial: “Oí la voz de una multitud de Ángeles alrededor del trono, de los Vivientes y de los Ancianos. Su número era miríada de miríadas y millares de millares, y decían con fuerte voz: ‘Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza’.  Y toda criatura del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar, y todo lo que hay en ellos, oí que respondían: ‘Al que está sentado en el Trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y potencia por los siglos de los siglos’’” (Ap 5,11-14).
 
En la Jerusalén celestial descrita en el Apocalipsis tendrá lugar la perfecta comunión de corazones entre Dios y el hombre, porque no habrá lugar para ningún género de idolatría ni grande ni pequeña, ni pasajera ni permanente: “Ésta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y Él, Dios-con-ellos, será su Dios  (Ap 21,3).

 

 

Palabra profética

 

     Palabras durante la adoración:

-   Aquí cumplís la misión que os he encomendado. Aquí sois fortalecidos. Aquí sois envueltos en mi luz y en mi verdad. Aquí os hago partícipes de la gloria de la que participan mis ángeles y todos los santos que están postrados ante mi.

-   Misión de ángeles y santos os encomiendo. No la despreciéis. No miréis vuestro barro. Aquí está recubierto con mi santidad y resplandece con mi luz. Pero no olvidéis que debajo de esa santidad y  de esa luz seguís siendo barro.

 

 

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«Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello»



Contemplar el Evangelio de hoy








Texto del Evangelio (Lc 11,42-46): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios!

Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello.

¡Ay de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las plazas! ¡Ay de vosotros, pues sois como los sepulcros que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!».

Uno de los legistas le respondió: «¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros!».

Pero Él dijo: «¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!».




Hoy vemos cómo el Divino Maestro nos da algunas lecciones: entre ellas, nos habla de los diezmos y también de la coherencia que han de tener los educadores (padres, maestros y todo cristiano apóstol).
 
En el Evangelio según san Lucas de la Misa de hoy, la enseñanza aparece de manera más sintética, pero en los pasajes paralelos de Mateo (23,1ss.) es bastante extensa y concreta.
 
Todo el pensamiento del Señor concluye en que el alma de nuestra actividad han de ser la justicia, la caridad, la misericordia y la fidelidad (cf. Lc 11,42).

Los diezmos en el Antiguo Testamento y nuestra actual colaboración con la Iglesia, según las leyes y las costumbres, van en la misma línea.
 
Pero dar valor de ley obligatoria a cosas pequeñas —como lo hacían los Maestros de la Ley— es exagerado y fatigoso: «¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!» (Lc 11,46).

Es verdad que las personas que afinan tienen delicadezas de generosidad.
 
Hemos tenido vivencias recientes de personas que de la cosecha traen para la Iglesia —para el culto y para los pobres— el 10% (el diezmo); otros que reservan la primera flor (las primicias), el mejor fruto de su huerto; o bien vienen a ofrecer el mismo importe que han gastado en el viaje de descanso o de vacaciones; otros traen el producto preferido de su trabajo, todo ello con este mismo fin.
 
Se adivina ahí asimilado el espíritu del Santo Evangelio.
 
El amor es ingenioso; de las cosas pequeñas obtiene alegrías y méritos ante Dios.

El buen pastor pasa al frente del rebaño. Los buenos padres son modelo: el ejemplo arrastra.
 
Los buenos educadores se esfuerzan en vivir las virtudes que enseñan.
 
Esto es la coherencia.


No solamente con un dedo, sino de lleno: Vida de Sagrario, devoción a la Virgen, pequeños servicios en el hogar, difundir buen humor cristiano... «Las almas grandes tienen muy en cuenta las cosas pequeñas» (San Josemaría).

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martes, 13 de octubre de 2015

Al verle tuvo compasión


INTERCESORES CON CRISTO

 





 

“Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores que, después de despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándole medio muerto. [...] Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión” (Lc 10,29.33)

 


 Interceder con compasión


 

 Nuestro mundo actual se caracteriza por el individualismo y el egoísmo; no hay tiempo para los demás, ni para sentirnos responsables de problemas ajenos.
 
Cada uno se preocupa de sus problemas y ve a los demás como intrusos que tiene que evitar o que interfieran con sus derechos y con su bienestar.
 
La oración de intercesión nos sitúa en la escuela de la compasión.
 
Los demás son personas, amados de Dios, cuyos problemas y sufrimientos también son míos, porque los demás no son ajenos para mí, sino mi prójimo.

 A ejemplo del Señor, el buen intercesor tiene un corazón compasivo, que sufre con el que sufre, que comparte las cargas de los débiles, que es capaz de compadecerse y de padecer con el prójimo, porque no es indiferente a lo que le ocurre, sino apasionado y capaz de hacer suyos los problemas de los demás. Pablo exhortaba a los hermanos de Roma: “Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir los unos para con los otros. [...] Sin devolver a nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres; [...] no tomando la justicia por cuenta vuestra. [...] Antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber” (Rm 12,15-20).

Algo tiene que cambiar en nuestros corazones para interceder; necesitamos que se abran a las necesidades de los demás y vivirlas como propias para que nuestra intercesión salga de dentro –del corazón- y ponga en juego nuestro ser.
 
Necesitamos romper la dureza que nos aísla de Dios y de los hermanos, y conectar con el sufrimiento de los hombres. De esta forma, la compasión será en nosotros una fuerza que nos lleve a actuar y, en concreto, que nos mueva a interceder.

El Señor Jesús dijo: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá” (Lc 6,36-38).
 
Somos llamados a ser compasivos, ante todo porque Dios es compasivo. Ser intercesores con Cristo es compartir sus cualidades y su corazón. Sólo así responderemos como hijos de Dios y seremos los intercesores que él está buscando.

La pregunta ‘¿y quién es mi prójimo?’ tiene respuesta: no es clasificar a los demás entre mis prójimos y otros, sino cambiar mi corazón para que esté más cerca de los demás, más próximo a sus necesidades.
 
Es decir, la pregunta es ésta: ‘¿Soy yo prójimo de los que me necesitan? Es lo que Jesús nos enseñó en la parábola del buen samaritano: “¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores? Él dijo: ‘El que practicó la misericordia con él.’ Díjole Jesús: ‘Vete y haz tú lo mismo.’” (Lc 10,36-37).


 

 

Palabra profética:

 

Palabras durante el tiempo de adoración:

-          En estos tiempos de adoración es cuando yo os voy transformando.
 
            Yo voy quitando toda la dureza que hay en algunos corazones, con suavidad, con ternura.      
 
            Yo voy quitando las espinas de vuestros corazones, yo voy curando vuestras heridas, yo os voy transformando. Quiero daros un corazón intercesor, compasivo y misericordioso.
 
           Quiero que os olvidéis de vosotros mismos, para daros a los demás. Mirad a vuestro alrededor: ¡cuántas tristezas, cuántas angustias, cuánto dolor y cuánto sufrimiento!
 
          Están pidiendo intercesión a gritos. ¿Vais a cerrar vuestros oídos a estos gritos? Olvidaos de vosotros. Miradme a mí en la cruz. En la cruz yo lo di todo para interceder ante el Padre por vosotros.

        - Durante la oración de intercesión el Señor hace saber que hay dolor en su corazón y dice: Es el dolor que siento por los hombres que van por caminos equivocados, por los que no qu  ieren saber nada de mí, por los que se han alejado de mí y caminan envueltos en oscuridades y tinieblas.
 
Mi corazón sangra por ellos.
 
No dejéis de interceder, no dejéis de clamar misericordia al Padre para ellos.


 

 

hemos obtenido ahora la reconciliación


RECONCILIADOS

 
 
 
 
 
 


“Por nuestro Señor Jesucristo... hemos obtenido ahora la reconciliación” (Rm 5,11

 

La verdadera adoración a Dios exige que no nos acerquemos a él mientras tenemos cuentas pendientes con el prójimo o con Dios, mientras necesitemos perdonar o pedir perdón.
 
Pero esto  no es bastante.

En el orden cronológico, al perdón le sigue la reconciliación; aquél elimina las barreras que el pecado ha levantado entre el hombre y Dios o entre los mismos hombres, mientras ésta restaura la situación previa a la ofensa o la ruptura de la relación.
 
Bueno es que nada nos separe, pero no es suficiente; es necesario entrar a participar activamente en las corrientes del amor de Dios que se derrama mediante el Espíritu en nuestros corazones (Rm 5,5) y encontrarnos en Cristo que ha hecho posible la reconciliación de los hombres con Dios y entre unos y otros, como dice Pablo: “A vosotros, que en otro tiempo fuisteis extraños y enemigos, por vuestros pensamientos y malas obras, os ha reconciliado ahora, por medio de la muerte en su cuerpo de carne, para presentaros santos, inmaculados e irreprensibles delante de él” (Col 1,21-22).

La verdadera reconciliación es encuentro con el prójimo, pero al mismo tiempo es encuentro con Dios por Cristo, que es el punto de encuentro de los hombres que se reconcilian.
 
La reconciliación cristiana tiene poder para provocar el encuentro del hombre con Dios y con el prójimo al mismo tiempo.
 
La reconciliación que no pasa por Cristo, no tiene el sello de Cristo; puede tener el sello de la ley y hasta el sello del amor natural, pero sólo cuando es encuentro en Cristo  puede haber pleno perdón y plena reconciliación, porque Dios nos “reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Co 5,18-19).

La reconciliación lleva más allá de lo que en principio podríamos pretender desde nuestra limitación para entender a Dios y sus planes, pues produce frutos de salvación y de participación de la vida de Dios por Cristo, como nos recuerda Pablo: “Si siendo enemigos, Dios os reconcilió consigo por la muerte de su Hijo, mucho más, reconciliados ya, nos salvará para hacernos partícipes de su vida. Y no sólo esto, sino que nos sentimos también orgullosos de un Dios  que ya desde ahora nos ha concedido la reconciliación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Rm 5,10-11).

La verdadera adoración nos pide posición de reconciliados, de comunión de amor con Dios y de unos con otros en el centro de distribución del amor divino, que es Cristo.
 
Así es como los adoradores de la tierra, desde su permanencia en Cristo, participan también a su modo de la adoración que los bienaventurados presentan ante el que está sentado en el Trono  y el Cordero; y es así como la adoración verdadera se convierte en única y universal, y de ella participamos los que estamos en la tierra y los que están en el cielo.

 
Palabra profética

 

¨       Visión de algo fino y muy luminoso que cae sobre los adoradores. Palabra: “Son las bendiciones que derramo sobre los que se postran a mis pies; por eso mi corazón se encoge de dolor al ver el rechazo que hay a la adoración, al ver cómo mis hijos pierden tanta bendición, tanta transformación y tanta santificación que yo llevaría a cabo sobre ellos si me adoraran”.

¨       “Los bienaventurados que hay ante mi Trono participan de mi gloria por toda la eternidad.

         A vosotros todavía no os ha llegado el momento, solamente vislumbráis destellos de mi gloria. 
 
    Os necesito para trabajar en mi Reino.

     Tenéis que ser antorchas encendidas en medio de las tinieblas del mundo, pero los vientos huracanados quieren apagar vuestra llama.

      Permaneced en pie. Vigilad y orad continuamente.
 
      Lo tenéis todo en contra, pero yo, el Señor, estoy con vosotros.” .

*   *   *

   

LA IGLESIA EN NICARAGUA

La iglesia popular
 




 

La toma de varias docenas de edificios costó mucho a los sandinistas, tanto en Nicaragua como en el exterior, debido a que contradecía su afirmación de respetar la libertad religiosa.

Los evangélicos conservadores decían que parte de la culpa se debía a los líderes eclesiásticos que apoyaban la revolución, hombres que supuestamente veneraban a los sandinistas más que a Dios y que estaban erigiendo una «iglesia popular» separatista y apóstata.

Algunos cristianos pro-sandinistas evitaban aquella expresión: se referían a sí mismos como el sector revolucionario de la iglesia y negaban cualquier intento de dividirla.

La iglesia revolucionaria se originó en los largos años de conspiración contra la dictadura de Somoza, cuando los sandinistas deseaban tener frentes religiosos por la admirable cobertura que proporcionaban.{57}

Se debe recordar que, en aquel tiempo, la política de oposición era necesariamente conspiratoria.

A pesar de que los sandinistas incorporaron a los cristianos en sus filas, es posible que no hubiesen logrado la [283] síntesis cristiano-marxista de la que más tarde se vanagloriaron. Aún si su base popular mantenía una fe vital y tradicional, este atributo parecía desaparecer en la jerarquía del FSLN.{58}

Una vez que los sandinistas tomaron el poder, sus aliados cristianos organizaron varios centros de estudio y organizaciones profesionales –el Centro Ecuménico Antonio Valdivieso, la Asociación Nacional de Pastores Evangélicos de Nicaragua (ANPEN), la Comisión Evangélica para la Promoción de la Responsabilidad Social (CEPRES), y el Eje Ecuménico– para defender a la revolución de la reacción religiosa, en Nicaragua y en el exterior.

Por el lado católico, el ala sandinista de la Iglesia podía reclamar cierto número de comunidades eclesiales de base.

Sin embargo, los líderes de base tendían a ascender hacia responsabilidades mayores en el aparato político sandinista, lo que determinó que algunas comunidades declinaran.{59}

En cuanto al clero católico, de un 15 a un 25 por ciento apoyaba la revolución.{60}

Como cabeza visible de la iglesia popular quedaron las varias organizaciones en Managua, conformadas por profesionales eclesiásticos que vivían de las donaciones de organismos ecuménicos de Europa Occidental y América del Norte. Además de representar a Nicaragua en el exterior, recibían a delegaciones del extranjero, trataban de organizar a los cristianos para apoyar la revolución y citaban las escrituras en contra de sus enemigos.

Un desafío para estos grupos era la realización de «seminarios» anti-sandinistas fuera del país, especialmente en Costa Rica.{61}

Los eventos estaban organizados por agencias basadas en los Estados Unidos, a menudo con evidentes prejuicios políticos, como el Evangelismo Mundial Morris Cerrullo y las Misiones Trans Mundiales.

En el caso de la Cruzada Cristiana Anti-Comunista, sus equipos pastorales se especializaron en despliegues macartistas para las fuerzas de seguridad centroamericanas, así como también para el público evangélico.{62}

Las conferencias más inquietantes, sin embargo, eran para los pastores nicaragüenses, invitados temporalmente fuera del país para aumentar su fortaleza cristiana.

En el caso de Puertas Abiertas con el Hermano Andrés, sus «Seminarios para la Victoria» en Costa Rica se centraban en cómo asegurar la supervivencia de la iglesia bajo la persecución comunista. [284]

Aquello incluyó referencias a la fundación de iglesias subterráneas{63}, lo cual fue interpretado por los sandinistas como un intento de emprender un movimiento político clandestino.

Junto con el problema de los seminarios se encontraba otro programa dirigido desde Costa Rica, para complementar los salarios de los pastores nicaragüenses quienes, como todos, sufrían por la inflación.

Ahora que las misiones habían partido, y dejado a los pastores bajo sus propios recursos, ¿se iban a arruinar décadas de esfuerzo al permitir que las penalidades los alejasen de sus responsabilidades espirituales?{64}

En 1983, seiscientos pastores –cerca del 40 por ciento del total del país– recibían subsidios algo misteriosos del otro lado de la frontera.

A pesar de que la cantidad de dinero era pequeña –5.000 dólares mensuales– aún si se la dividía unas seiscientas veces, ésta podía duplicar el salario de un pastor.

John Kessler, el misionero que administraba el programa desde Costa Rica, se mostraba abiertamente anti-sandinista, pero incapaz de divulgar la fuente de donde provenía el dinero, lo que levantó mayores sospechas.{65}

En Nicaragua, la iglesia pro-sandinista se enfrentaba con un enemigo evasivo.

Los conservadores expresaban su desaprobación del gobierno sandinista con lenguaje apocalíptico y llamados al arrepentimiento.

Mientras tanto, basándose en el pensamiento marxista sobre la ideología y la polarización de clase, los cristianos revolucionarios estaban convencidos de que ningún grupo o acción era políticamente neutral.

Por consiguiente, el no apoyar a la revolución significaba oponérsela.

Lo que podría parecer escapismo espiritual, afirmaban, era realmente un intento de apuñalar a la revolución por la espalda.

Para probarlo, señalaban un «discurso camuflado» detrás del lenguaje espiritual de los conservadores.

Algunas enseñanzas conservadoras –«el verdadero cristiano no está a la izquierda ni a la derecha, sino al centro con Jesucristo»– conllevaban un mensaje bastante claro. Los conservadores también predicaban que «no se puede servir a dos amos», es decir, a la revolución y a Cristo.

Después de haber pedido a sus rebaños que se mantuviesen lejos del «mundo», ahora ampliaban el significado «mundo», desde fumar, beber, y otros vicios hasta abarcar el sandinismo. Pero si los sandinistas eran tan [285] mundanos, ¿por qué los conservadores nunca habían condenado lo mundano de la dictadura de Somoza?{66}

Los partidarios sandinistas culpaban a la influencia del entrenamiento teológico norteamericano por tales actitudes. Era cierto que, de las 1.800 congregaciones evangélicas en Nicaragua, se pensaba que de mil a mil quinientas estaban, de una u otra forma, afiliadas a la Asociación Nacional de Evangélicos en los Estados Unidos.{67}

Décadas de adoctrinamiento anticomunista habían sentado una cierta base.

No obstante, los estallidos militantes del Frente Sandinista no parecían dejar a los conservadores otra opción que oponerse a la revolución.

De acuerdo a un pastor, cuando criticó a la televisión por alejar a la gente del Señor, las autoridades le dijeron que estaba predicando contra el sistema de transmisión estatal y su programación revolucionaria.{68}

Ahora, si un pastor no podía estallar contra la caja, ¿contra qué podía predicar?

Así era cómo los ataques en el camuflado discurso contra-revolucionario parecerían convertirse en ataques contra el mismo evangelismo.

Si los evangélicos insistían en una dimensión espiritual lejos de la política y aquello era inevitablemente escapista, como parecían afirmar los militantes sandinistas, ¿no era entonces la salvación de las almas inherentemente contrarrevolucionaria?

De acuerdo a los conservadores evangélicos, los cristianos revolucionarios estaban estimulando a los sandinistas para que los considerasen como una amenaza, dejándolos cada vez menos espacio para practicar su fe. «Este es el lugar para estudiar la teología de la liberación», decía un conservador pocos meses antes de dejar el país. «Porque aquí no es solamente un plan, aquí se la ha llevado a cabo. ¿Qué han resultado ser su gente?

Han resultado ser agentes de seguridad del gobierno.»
«La disputa es sobre qué es un cristiano», continuaba. «Lo definen detalladamente en sus documentos.

Si no calzas, eres una secta, alienante, diversionista. Actualmente, decir que eres un sandinista en una iglesia evangélica es casi decir que no eres un cristiano.

Hace cinco años, un soldado sandinista en una iglesia era igual que un soldado que pertenecía a cualquier ejército en la iglesia. Pero ya no es así, desde que empezó la persecución en 1981.»{69}
Notas
 
{57} Randall 1983:165-166.
 
{58} Para la gama de posiciones, véanse las entrevistas realizadas a los cristianos revolucionarios por Margaret Randall (1983) y Teófilo Cabestrero (1986).
 
{59} Dodson 1986:47-48.
 
{60} Berryman 1984: 231, 265-266.
 
{61} «Evangélicos denuncian un plan diversionista de CIA», Barricada, 2 de julio de 1983.
 
{62} Véase la hoja informativa Christian Anti-Communism Crusade (Long Beach, California), diciembre de 1983 a 1985.
 
{63} 20 de mayo de 1981, circular para obtener fondos, Open Doors With Brother Andrew –Puertas Abiertas con el Hermano Andrés–, además de Huntington y Domínguez 1984:30. Véase también Pit 1981:65-76, González 1983:180-181, y Kietzman 1985:56-57.
 
{64} Entrevista del autor a John Kessler, San José, Costa Rica, 9 de julio de 1985.
 
{65} Huntington y Domínguez 1984:29-30.
 
{66} Entrevista del autor a Carlos Escorcia y Miguel Angel Casco, Centro Ecuménico Antonio Valdivieso, Managua, julio-agosto de 1985.
 
{67} Beth Spring, «Tensions Between Church and State in Nicaragua Pose Dilemnas for U.S. Christians», Christianity Today, 6 de septiembre de 1985, pág. 54-77.
 
{68} Entrevista del autor, Managua, agosto de 1985.
 
{69} Entrevistas del autor, Managua, julio-agosto de 1985.
MENSAJE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL
 
 
                                                     CONFERENCIA 
 
                                    PISCOPAL  DE                                    NICARAGUA
«La fe actúa a través del amor» (Gal 5,6)
A nuestros Sacerdotes, Religiosos y Religiosas, agentes de pastoral, pueblo católico, hermanos en la fe cristiana, nicaragüenses, hombres y mujeres de buena voluntad:
«Somos siervos de ustedes por Jesús» (2 Cor 4,5) 1.
Con la gozosa conciencia de haber sido llamados por Dios a servir en el nombre de Jesús y conscientes de nuestra responsabilidad como pastores de la Iglesia, deseamos compartir con ustedes en este tiempo de Cuaresma algunas reflexiones que brotan de la fe: «creemos, por eso hablamos» (2 Cor 4,13), y son fruto de nuestra respuesta al amor del Señor, pues «el amor de Cristo nos apremia» (2 Cor 4,14).




2. La Cuaresma es un tiempo de gracia para acoger el amor de Dios revelado en Cristo. Es un itinerario espiritual, personal y comunitario, para que el «amor acogido» se vuelva «amor donado» a los demás. La experiencia de ser amados por Dios es el primer paso para no excluir a los demás. Por eso la Cuaresma es para cada creyente y para cada comunidad cristiana un tiempo privilegiado para redescubrir la fuerza de «la fe que actúa a través del amor» (Gal 5,6). Es también un momento oportuno para renunciar a los ídolos que esclavizan nuestro corazón, entenebrecen nuestra mente y debilitan nuestra voluntad para buscar el bien de los demás.
«El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado» (Mc 2,27)
3. En una controversia con algunos grupos religiosos de la época que se escandalizaban de que los discípulos de Jesús arrancaran en día sábado espigas de los campos por donde pasaban, Jesús justifica la actuación de sus discípulos debido al hambre que tenían, enseñando así que toda estructura o normativa, incluso la más sagrada, debe comprenderse y vivirse en función del bien de la persona humana (cf. Mc 2,23-28). Para Jesús lo que cuenta es la persona: «El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado» (Mc 2,27). A los ojos de Dios no tiene valor una práctica religiosa indiferente y separada de las necesidades del ser humano, ni tienen sentido instituciones o estructuras que no respeten y promuevan la libertad y la dignidad de la persona humana.
 
«Cerrar los ojos ante el prójimo, nos convierte en ciegos ante Dios» (Deus caritas est, 16)
4. Jesús coloca a la persona humana en el centro del proyecto de Dios y de toda la actuación humana, personal y social. No podemos ser crueles, ni rígidos con los demás, ni mucho menos indiferentes ante sus necesidades y sufrimientos. El Papa nos 2 ha recordado en su Mensaje de Cuaresma de este año cuál es la raíz de tantos males que deshumanizan nuestro corazón e imposibilitan la convivencia social: «Nos olvidamos de los demás, algo que Dios Padre no hace jamás. No nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen». La indiferencia y el egoísmo nos cierran el camino a la fe: «cerrar los ojos ante el prójimo, nos convierte en ciegos ante Dios» (Deus caritas est, 16). Al contrario, la práctica de la caridad eficaz y de la justicia verdadera es el más seguro camino para la experiencia de Dios: «El amor a la gente es una fuerza espiritual que facilita el encuentro con Dios hasta el punto que quien no ama al hermano “camina en las tinieblas” (1 Jn 2,11)» (Evangelii Gaudium, 272).
 
5. No debemos olvidar que cada persona «es digna de nuestra entrega», que «merece nuestro cariño (…) y que alcanzamos la plenitud cuando rompemos las paredes y el corazón se nos llena de rostros y de nombres» (Evangelii Gaudium, 274). Recobremos el gozo de acercarnos a los demás, abramos los ojos para reconocer la dignidad de cada persona, perdonémonos mutuamente, compartamos lo que somos y lo que tenemos con todos, especialmente con quienes son más pobres y más sufren, comprometámonos a hacer más felices a todas las personas. Deberíamos andar por la vida preguntando, como Jesús, a cada persona: «¿Qué quieres que haga por ti?» (Mc 10,51). Una prueba de que hemos entrado en la dinámica del Reino de Dios está en que buscamos el bien de los demás, sin esperar nada a cambio, «como una opción personal que nos llena de alegría y nos otorga identidad» (Evangelii Gaudium, 269).
 
La centralidad de la persona humana en la vida social
6. El Concilio Vaticano II recordó la centralidad de la persona humana en la vida social: «El orden social (…) debe siempre derivar hacia el bien de las personas, ya que la ordenación de las cosas está sometido al orden de las personas y no al revés» (Gaudium et Spes, 26). Actualmente percibimos con preocupación que en nuestro país vamos perdiendo poco a poco el sentido de las personas y estamos permitiendo que por el desinterés y las ambiciones desmedidas, por intereses egoístas y mezquinos o por miedo, la realidad social se nos está yendo de las manos. Hay que prestar atención a muchos problemas, a tanto sufrimiento e injusticia, a través de diálogos francos y transparentes, aportando soluciones y comprometiéndonos a favor del bien común.
 
7. Es preocupante la indiferencia en que gran parte de nuestra sociedad ha caído frente a los graves problemas sociales y políticos del país; se ha generalizado un modo de hacer política en el que parece contar poco la cercanía al pueblo, el interés por resolver sus problemas reales y tomar en cuenta sus expectativas y opiniones; es grave también que la práctica política del país siga dominada por el olvido del bien común, la ambición, el autoritarismo, la ilegalidad y sobre todo por la corrupción, un gravísimo pecado, «que al final lo pagan los pobres» (Francisco, Homilía del 16.6.14); es alarmante también la poca sensibilidad de quienes gobiernan y de la sociedad en general ante la protesta y el dolor de tantas personas, entre ellos, ancianos, obreros, mujeres, jóvenes y campesinos, quienes claman justicia ante la violación de sus derechos. Es preocupante la presencia de grupos armados, no oficialmente 3 identificados, en zonas rurales del país, a quienes no podemos ignorar ni desestimar. Nos estamos acostumbrando a actos de represión y de violencia criminal con claros matices de terrorismo, que han enlutado y puesto en zozobra a muchas familias y comunidades de zonas rurales, los cuales han quedado en una alarmante impunidad debido a que la Policía y el Ejército, cuya presencia muchas veces más bien crea pánico e inquietud entre la población, no han sabido dar una explicación aceptable de los hechos. Toda esta realidad debe llamarnos a la conversión del corazón, a nivel personal y social. Hay que volver a Dios, acogiendo el Evangelio de Cristo. Debemos superar el egoísmo y la indiferencia, redescubrir la fuerza del amor, llorar con quien llora y vencer al mal a fuerza de bien (cf. Rom 12,15.21).
 
Los grandes proyectos deben estar al servicio de la persona humana
8. Como pastores de la Iglesia vemos siempre con satisfacción acciones humanas realizadas en beneficio de la sociedad, incluidos los mega proyectos tecnológicos que impliquen la transformación razonable de la naturaleza y tendientes a superar el empobrecimiento de la población y el desarrollo del país. «Los esfuerzos realizados por el ser humano a lo largo de los siglos para mejorar su condición de vida, responden a la voluntad de Dios» (Gaudium et Spes, 34), que lo ha creado para conservar y transformar el mundo (Cf. Gen 1,26-27) y para que «lo gobernara con santidad y justicia» (Sab 9,13). Los cristianos «lejos de contraponer al poder de Dios, las conquistas humanas, como si fueran rival del Creador, están persuadidos de que las victorias de la humanidad son señal de la grandeza de Dios y fruto de sus inefables designios» (Gaudium et Spes, 34).
 
9. En nuestro país se pretende actualmente realizar un gigantesco proyecto tecnológico, que si quiere alcanzar el fin que asegura pretender conseguir, debe realizarse con un profundo sentido de responsabilidad de quienes lo promueven, primero ante Dios y ante la propia conciencia, pero también ante los pobres, ante las generaciones futuras y ante toda la humanidad (cf. Caritas in veritate, 48). Si este mega proyecto que afectará tan radicalmente la convivencia humana y el ambiente natural del país, quiere ser una verdadera obra de progreso a favor del bien común de Nicaragua, debe llevarse a cabo con visión de nación, con fundamento científico y perspectiva de desarrollo sostenible.
 
10. No entramos aquí en toda la problemática de tipo constitucional, jurídica, y tecnológica de tal proyecto, pues «la Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer» (Centesimus Annus, 43) y no pretende tampoco «de ninguna manera mezclarse con la política de los Estados» (Populorum Progessio, 13). Nos preocupa ciertamente la dimensión ecológica de este proyecto. Compartimos plenamente la convicción del Papa Francisco, quien desde el primer día de su ministerio invitó a los responsables de las naciones a que fueran «custodios de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del medio ambiente» (Homilía de inicio de pontificado, 19.03.13), y ha enseñado que «uno de los desafíos más grandes de nuestra época es convertirnos a un desarrollo que sepa respetar la creación» (Discurso al mundo laboral y de la industria, Universidad de Molise, 5.07.14). Sin embargo queremos manifestar 4 como pastores sobre todo nuestra preocupación por la gente, por el pueblo, por nuestras comunidades.
 
11. Nos preocupa el pueblo, los campesinos pobres y los medianos productores de la zona afectada por este proyecto, quienes viven con zozobra e incertidumbre de cara al futuro: no tienen certeza de que recibirán el precio justo por sus tierras; saben que pueden ser víctimas de desplazamientos forzosos; no saben adónde irán, pues no se conoce un plan de ordenamiento territorial que les asegure una organización laboral y social digna; sufrirán un radical desarraigo cultural y económico del mundo rural y laboral en que han vivido y perciben muy pocos y escasos beneficios para ellos. No dejamos de manifestar también nuestra preocupación pastoral a causa de la situación cultural y religiosa que puede crearse a causa de este mega proyecto en la zona afectada y en todo el país: el impacto debido a la presencia masiva de personas ajenas a nuestra cultura, historia, tradiciones y convicciones religiosas; las crisis y rupturas que se pueden presentar en tantas familias debido a los desplazamientos; los traumas psicológicos que este proyecto ya está causando debido al temor y a la incertidumbre en ancianos, niños y jóvenes; la determinación firme de la población afectada a defender sus territorios y la soberanía nacional, a cualquier costo, lo que podría desatar indeseados conflictos armados; etc.
 
12. Este proyecto sería un bien para el país sólo a condición de que se hagan serios y profundos estudios científicos que aseguren la factibilidad de la obra a nivel ecológico y económico, que se actúe con la debida transparencia y legalidad, que se ofrezca la suficiente información verídica a la población, que se promuevan debates abiertos con diferentes sectores sociales y científicos y, sobre todo, que se respete el derecho y la dignidad de las poblaciones más directamente afectadas. Esto exige racionalidad científica e integridad moral, mucho diálogo y total transparencia; pero sobre todo recta conciencia y espíritu de caridad. «El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y políticos que sientan fuertemente en su conciencia el llamado al bien común» (Caritas in veritate, 71). Requiere sobre todo poner a la persona humana en el centro de todo. No hay que olvidar que no basta progresar desde el punto de vista económico y tecnológico. Hay que tener presente que la riqueza puede crecer en términos absolutos y hacer que aumenten las desigualdades sociales. La misma historia enseña que salir del atraso económico, algo en sí mismo positivo, no soluciona necesariamente la problemática compleja de la promoción del ser humano, que puede, no sólo volver a ser víctima de antiguas formas de explotación, sino de nuevas formas de crecimiento económico injusto, marcado por desviaciones y desequilibrios a causa de intereses geopolíticos y corporativos, que no se interesan ni por el derecho ni por la dignidad de las personas y de las comunidades (cf. Caritas in veritate, 22-23).
 
«No se puede servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24)
13. Para Jesús la riqueza, el dinero, la ganancia económica es un amo, un ídolo auténtico que puede apartar al ser humano del único Señor, que es Dios. La excesiva preocupación por la riqueza nos deshumaniza, al volvernos esclavos de la ambición y 5 del deseo de tener siempre más; nos convierte en idólatras que ponemos nuestras seguridades en lo que no es Dios y propicia fuertemente la indiferencia ante las necesidades de los demás. En esta Cuaresma deberíamos todos ponernos en un camino de liberación del corazón frente a la tentación de poseer y acumular, para poder tener –como nos ha pedido el Papa en su Mensaje de este año– un «corazón que se deje impregnar por el Espíritu y se deje guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas; un corazón pobre, que conoce su propias pobrezas y lo da todo por el otro».
 
14. Para poder superar la globalización de la indiferencia debemos liberarnos del dominio que ejerce la riqueza sobre cada quien y sobre la sociedad. El Papa Francisco define la esclavitud del dinero como «la negación de la primacía del ser humano». (Evangelii Gaudium, 55). Volvernos a Dios exige renunciar al ídolo del dinero y volvernos con misericordia hacia los pobres, hacia los que menos tienen, hacia aquellos por quienes nadie se interesa y por quienes nadie habla. En este sentido el Papa Francisco ha citado unas célebres palabras de San Juan Crisóstomo: «No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos» (Evangelii Gaudium, 57). Una de las tentaciones a vencer en esta Cuaresma en Nicaragua es la de dejar de ser simples «espectadores de la realidad», viviendo esclavos de la consigna «sálvese quien pueda» y siendo cómplices de la «globalización de la indiferencia». Cada quien debe hacer el esfuerzo por recobrar la capacidad de interesarse por los otros, por quienes conviven más cerca de nosotros, en la familia y en los lugares de trabajo, y por esa inmensa cantidad de ancianos, niños, enfermos, hombres y mujeres empobrecidos o privados de libertad, que pueblan nuestra sociedad y a quienes debemos acercarnos con misericordia y ternura volviéndonos sus «prójimos» (cf. Lc 10,29-37).
 
15. No es que los bienes de este mundo, el dinero o la riqueza sean realidades negativas en sí mismas. Se vuelven ídolos mortíferos cuando se vuelven contra el ser humano y lo esclavizan, lo destruyen y lo hacen agente de injusticia. La idolatría del dinero está a la raíz de las ambiciones desmedidas de poder y de las desigualdades económicas, la evasión fiscal, el servilismo, el «cáncer social» de la corrupción (Evangelii Gaudium, 60), la compra y venta de conciencias, etc. Cuando la riqueza reina en nuestro corazón nos hace además insensibles ante las necesidades de las grandes mayorías empobrecidas. Sin embargo, siempre será una exigencia evangélica de primer orden la preocupación privilegiada por los pobres, preferidos por Jesús (cf. Mt 25,31-46), no sólo como promoción o asistencialismo, sino como «atención amante», como «inicio de una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual buscar efectivamente su bien» (Evangelii Gaudium, 200). La Cuaresma es un tiempo propicio para educar el corazón y el espíritu en la libertad interior y la renuncia al ídolo de la riqueza.
 
16. A nivel social y político se debe superar la mentalidad que concibe al Estado como un organismo administrativo cuyo objetivo principal es la de facilitar el bienestar de los mercados financieros y el crecimiento del gran capital. Esta mentalidad hace que «se instaure una tiranía invisible (…), que impone, de forma unilateral e implacable 6 sus leyes y reglas» (Evangelii Gaudium, 57). En este ordenamiento social y político las personas y sobre todo los pobres son algo secundario. Desde esta perspectiva la economía de mercado se vuelve el sistema normativo e institucional que rige la vida de toda la población. El Papa Francisco ha comparado este fetichismo de la riqueza y esta dictadura de una economía sin rostro y sin un verdadero objeto humano con la adoración del antiguo becerro de oro (cf. Evangelii Gaudium, 55).
 
17. No es la gente, la organización social, la democracia, las leyes laborales, la educación, las instituciones estatales y los proyectos gubernamentales, etc., quienes deben doblegarse ante el crecimiento económico y la producción de capital, sino al revés. «¡El dinero debe servir y no gobernar!» (Evangelii Gaudium, 58). No se debe olvidar que «el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el ser humano, la persona en su integridad, pues es él el centro y el fin de toda la vida económica y social» (Caritas in veritate, 25). El crecimiento económico, considerado en sí mismo, liberado de toda ética y de todo compromiso por la justicia y por los pobres, por la institucionalidad democrática y por la paz, no logra por sí mismo mayor inclusión social o equidad en el mundo. Cuando la riqueza se vuelve un dios, cuando hay personas y grupos que se aferran al poder por ansias de riqueza, cuando la situación política se acepta sumisamente y no se cuestiona aunque sea injusta, simplemente porque facilita la economía de mercado y el acumular dinero, cuando «los excluidos siguen esperando» (Evangelii Gaudium, 54), la sociedad se corrompe y se deshumaniza. Entonces, «casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe» (Evangelii Gaudium, 54).
 
Conclusión
18. Vivamos esta Cuaresma como un camino de liberación interior para ser capaces de amar con generosidad y eficacia, con misericordia y ternura, para poder superar la tentación de la indiferencia y del egoísmo ante el dolor ajeno. Para ello tenemos que abrirnos al amor y a la gracia de Dios. Jesús nos ha enseñado que sin él no podemos hacer nada (cf. Jn 15,5). Hay que orar incesantemente, personal y comunitariamente, día a día, como nos enseñó Jesús (Lc 18,1). En la oración acogeremos el don del amor de Dios, para comprometernos a vivir según el Evangelio con la fuerza de «la fe que actúa a través del amor» (Gal 5,6), convirtiéndonos así en «islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia» (Mensaje de Francisco para la Cuaresma 2015). De modo especial invitamos a todas nuestras comunidades a participar con la oración los días 13 y 14 de marzo en la iniciativa del Papa Francisco: «24 horas para el Señor». Que María Virgen, la Inmaculada Concepción, Madre de Nicaragua, nos acompañe con su intercesión y su protección maternal en nuestro camino hacia la Pascua.
 
8 de marzo de 2015 III Domingode Cuaresma
Obispos de la Conferenmcia Episcopal de Nicaragua